Opinión

Espejismo

Frente a nosotros se abrió inmaculado el año nuevo. Aún ahora a mediados de enero atisbamos el horizonte con la esperanza de que venga para todos la salud, de verdad, como venía antes de antes. Vislumbramos a lo lejos como un reflejo y nos ponemos a gritar como locos: ¡Ahí viene!

Nos lo creemos y buscamos la pajarita en los cajones de este armario viejo en el que se ha convertido el mundo. Pero el utensilio imprescindible para mi frac ha desaparecido. Alguien se lo habrá llevado o se lo habrán regalado al anciano trapero.

Nos ponemos muy contentos pero aún no se oye su caminar intrépido porque de momento es sólo un pálpito. Ni un susurro. Ni una palabra perdida y desvaída por la distancia. De momento nada. Esa salud restablecida es entonces un deseo, un suspiro, ¿una audacia inútil? A lo mejor es sólo el cuaderno con las hojas en blanco que muy pronto emborronará un niño. 

En la panadería, aún a estas fechas, regalan calendarios, pues ¿de qué van a ser? De caza y pesca, de paisajes de las Américas, de santos populares, de voluptuosas bellezas. Vistas como siguen las inmóviles circunstancias casi lo pides de santos pero te da vergüenza.

Claro que estar vivo es una oportunidad. Tú mismo cada nuevo año, ya lo sabes, te prometes, no muy alto, entre dientes, que cambiarás esto y aquello, que serás… a saber lo que serás. Pero te miras las manos y no tienen nada o sólo unos guantes de nitrilo o unas gotas de jabón líquido. Vamos que para ganar la partida aun no te han repartido las cartas. No queda otra que apostar a ciegas y endurecer nuestra ilusión de hojalata.

No te deprimas aunque subas al ascensor de tu casa y los vecinos sigan amedrentados. De aquellos que conociste con quienes intercambiaste unas míseras palabras, te das cuenta que sólo quedan despojos. Y piensas qué podrá pasarles, si sus noches serán de año nuevo o de puro llanto. Y sonríes y te sonríe con los ojos aquella señora anciana que se queda ya en el segundo. Y sigues subiendo en ese ascensor del tiempo y no fuiste capaz de felicitarle el año porque ignoras si en su piso sólo la espera, estático e inerte, un vejo cuadro.

¡Pónganme la vacuna! Gritamos todos a la vez y suponemos. Suponemos que todo estará resuelto en primavera. Bueno, ojalá venga la primavera que lo resuelve todo para que nos restituya la esperanza, la fe en que habrá mañana. Y así con hoy y con mañana, serán dos días por lo menos. Pero, ojo, que hoy es sólo hoy y no tiene plural porque es un adverbio y porque el mañana nadie lo ha visto decía el hombre ciego. Pero si nacen las flores sin sembrarlas, y las nubes sin tejerlas, y los suspiros de la nada, también podrá aparecer por birlí birloque la salud de mis amigos y de los tuyos y de los amigos de aquel señor que pasea tan triste con su bufanda escocesa por el centro y por la avenida de la Habana.

El mundo no está, ahora de momento, abierto. Es, cómo no, un jardín pero un jardín cerrado y lleno de tapias. Antes, ya lo sabes, el mundo era una pintura naif y estaba llena de colores y figuras sencillas y mariposas de alas grandes y casas blancas con muchas puertas que estaban abiertas. Ahora sólo quedamos nosotros y somos la mujer o el hombre naif. Un pelotón de ingenuos que una y otra vez, aunque ya sea día 15, volvemos a felicitarnos las pascuas.

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