Opinión

Hacia otra mentalidad

Llamaron a su puerta e imaginó gente del servicio del hotel. Pero no. Era el cazador famoso que tapaba su cara hasta las cejas con las grandes solapas de una gabardina de color marrón. No le gustó para nada su visita y refunfuñó. No obstante, dominado por su temperamento pusilánime, le dejó entrar.

-Me disculpará usted. Sé que no habrá pensado lo mejor de mí toda vez que salí corriendo como alma que lleva el diablo y sin darle explicaciones. Pero estoy seguro que si me da la oportunidad podrá entender mi situación.

Nada dijo el bueno de Boris y le indicó aquella banqueta mientras él tomó asiento en el borde de la cama que aún estaba no ya revuelta sino zarrapastrosa, ya que allí reposaban los utensilios de afeitar, un par de calcetines desastrados y la camisa que un día fuera blanca.

-Es verdad que me persigue la justicia, pero no tema pues no he realizado ningún crimen como supone y tampoco nada digno de reproche. Poco a poco fue explicándose y entre el tono de voz afrancesado y sus maneras corteses fue eliminando, poco a poco, aquella sensación primera que suponíamos. No parecía un loco de atar sino tal vez un filósofo o una persona de amplios horizontes. Claro que eso llevó su tiempo hasta que Boris inició el dialogo.

-Me desconcierta esa tontería de que usted es famoso por cazar gamusinos. Aquella confesión, por parte de nuestro personaje, hizo que el franchute riese abiertamente provocando su estupor.

-Entiendo su perplejidad. Los gamusinos evidentemente no existen. Pero ha de reconocerme usted que este mundo está repleto de productores de gamusinos. En todos los estamentos. Imagínese un pelotón de pobres soldaditos de reemplazo. Unos pobres chicos a los que han arrebatado de sus familias para luchar contra el “enemigo”.

-No entiendo a dónde va a parar.

-A esos jóvenes se les dice: ¡Adelante a muerte con nuestros enemigos! Y ellos saltan de la trinchera y a bayoneta calada se disponen a matar y morir. También les gritan: ¡Por la libertad! ¡Por el honor! Pero ellos no saben…y no lo sabrán nunca por qué han de odiar a aquellos que, también engañados, están apostados en la otra trinchera. Unos y otros han sido fascinados con falsos gamusinos. Este universo está lleno de gamusinos. Los gamusinos no son solo falacias sino miedos. Lleve en secreto su propio miedo o se ofrecerán a curárselo; se inventarán algún rito mágico que le venderán a buen precio, a cambio de nada.

-Tuve la sensación de que usted, ayer mismo, huía de la policía.

-No pensará usted que los poderes del mundo van a aceptar con naturalidad que la fraternidad que estamos construyendo eche a perder el fundamento gamusino de sus beneficios. Nace una nueva mentalidad.

En ese preciso momento salían a la acera y en perfecta formación, un grupo de personajes que conocemos como los habitantes de la planta séptima. Eran, claro, los enanos. Aquellas manitas diminutas iban marcando un chasquido rítmico y unísono, fruto, sin duda, de un largo entrenamiento. Sus pequeños zapatos taconeaban militarmente y salpicaban todos los charcos que, a modo de líquido sinovial, explosionaban divertidamente en un chas parras chas.

(Tomado del capítulo 7 de “Paso Stelvio”. Continuará).

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