Opinión

Pura melancolía

En verano, ahora, todo le parecía seco, adusto, rudo y antipático

Ella se consideraba más de invierno que de verano. Cuando es invierno el clima austero produce, le parece a ella, la imagen de otra ciudad. Para una depresiva como ella, los fenómenos atmosféricos le producen pensamientos dulces y románticos.

En invierno, aún tiene el ejemplo de Víctor Hugo, Schiller, Heine… que, cantando a la tristeza, la hacen parecer una emoción tan bella que magnetiza e hipnotiza. Lo melancólico es tan sublime, en invierno, que se convierte en la preciosidad del siglo XVIII. Se canta al crepúsculo, se componen baladas y odas, y todo ello conforma un lirismo primoroso. La amada no es, seguramente, tal y como la canta el poema. Es una amada inventada. No importa porque por el arte de la palabra escrita, la neblina se condensa hasta formar el más hermoso ser en el corazón del hombre. Y suspirará, rimará y morirá, qué pena, por ese sueño en el que las golondrinas vuelven y los muertos se quedan tristes y solos.

A través de las persianas bajadas para defenderse del calor, están entrando las campanadas de la iglesia viejita de la plaza mayor. Entonces piensa también que la religión sublima la tristeza a través de los místicos que mueren porque no mueren, y viven en una noche oscura del alma.

Oye ahora cómo chilla una ambulancia, un coche policial, un camión de la basura… No sabe. Pero siente miedo.

El miedo la habita desde niña. Vuelve a revivir sus miedos a la separación familiar, a lo desconocido, y vuelven raudos aquellos otros miedos difusos. Hace poco ha vivido un proceso de duelo por la desaparición de su madre y vivió desconcertada intentando adaptarse a vivir sin la presencia de quien significaba una estabilidad emocional.

Bueno… a lo mejor no existe el pánico, sino que quienes habitamos ahora mismo lo estamos haciendo con el desasosiego que describió Pessoa, con el extrañamiento que contó Camus, con la angustia de Auden y al fin, soportando el absurdo presente, que, no viviendo hoy, ya retrató el propio Kafka.

En ella ha persistido el miedo a lo desconocido. El miedo avanza en nuestras culturas ancestrales, agachado, taimado, peligroso. Por eso persiste la figura del saca-untos que en cualquier momento se abalanzaría sobre ella. No es tan antiguo ya que en la sociedad del siglo XXI persiste bajo la capa del bullying o del mobbing.

El miedo a lo desconocido persiste y en una medida extraordinaria. Nuestras relaciones humanas son en numerosas ocasiones perturbadas por ese miedo al que llega “desde detrás de la niebla”. Entonces se nos dispara una actitud xenófoba y aprensiva que traducimos en recelo, hostilidad hacia los extranjeros y odio.

Ya aquellos primeros médicos que desarrollaron el Corpus Hippocraticum escribieron sobre esa tristeza insana que se guarece en el corazón de esta mujer. La llamaron melancolía. Creo que la describieron perfectamente al suponerla compuesta por una parte de miedo y otra de tristeza.

El coctel de la desesperanza y de la depresión reactiva.

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