Opinión

La rueda de la fortuna

Todos estamos, desde nuestro nacimiento, subidos en esa rueda que gira y gira. Por ello si nos mantenemos arriba, qué bien. Pero si estamos abajo, qué desastre. Será el devenir de la vida. Que nadie se ría de nadie a sabiendas de que las circunstancias cambian para todos, a cada instante, que no siempre el clima es seco y suave, sino también húmedo y frágil.

La propia vida es ese círculo que parece eterno. Son numerosos los textos que en la Edad Media se preocuparon de este tema. El hombre ha sido siempre consciente de que sea cual fuere nuestra situación actual, no se va a quedar así para siempre, sino que variará irremediablemente. Ese círculo no termina nunca y acabado vuelve a empezar.

Ese ha sido un consuelo para los menesterosos. Aquellos que viven pobremente mantienen la esperanza de lo que, sin duda, será para ellos “un golpe de suerte”. Se mantiene la expectativa de que se saldrá de la situación agobiante. Pensará el enfermo, y con razón, que están a punto de descubrir un fármaco que le permitirá gozar, de nuevo, de aquellos placeres de la existencia sin otra preocupación. 

Ese movimiento siempre hacia adelante significa esperanza, pero también temor para aquel que está en una situación financiera o sanitaria ventajosa. El miedo a que todo se desbarate le hace mantenerse atento pues podría comenzar una mala racha que le diese al traste con situación tan privilegiada.

Y si alguien no acaba de creérselo que estudie un poco de geografía. Qué se hizo de los riquísimos países que ahora abundan en la miseria, o de aquellos ahogados por la penuria que ahora nadan en la abundancia.

En Europa hemos conocido la prosperidad, y deseo, evidentemente, que nos dure. Pero… dice mi padre que ya se le empiezan a ver las orejas al lobo. En aquel lejano país alguien se levantó con la pierna izquierda y pensó en darse un paseo por el país de al lado y… ¿qué quieren que les diga? Pues se lo digo: que la rueda produce un movimiento circular uniforme.

Ya, en alguna ocasión les conté, y si no… debí haberlo hecho, la historia enjundiosa de los dos hermanos. El hermano listo y el hermano tonto. Ambos estaban sentados ante un único plato de comida. Les describiré aquel suculento estofado con patatas: las piezas de carne, exquisitas, apetitosas, sustanciosas y seguro que sabrosas, estaban todas hacia el hermano tonto. Sonrió el listo y echó su plática:

-El mundo, querido hermano, y ya te habrás dado cuenta, está en un proceso de cambio constante, y da muchas vueltas -y lo explicó girando el plato de forma que lo sustancioso quedaba, ahora sí, frente a sí mismo.

Visto lo visto, aquel al que su hermano creía tonto le contestó volviendo a girar el plato:

-¿Sabes qué te digo querido hermano? Que para que no haya problemas “el mundo ha de dejarse como estaba”.

Y en esas estamos, amigos míos, listos y tontos, en esa perturbadora lucha por quedarnos siempre arriba, aunque sabemos de antemano, que después de una subida siempre… hay una bajada.

No te desesperes ante una situación terrible porque pasará, ni goces tampoco egoístamente de tu momento bueno. Compártelo porque eso es fugaz. 

Dios no se muda, decía Teresa de Ávila, y todo lo demás es efímero.

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