Opinión

Terapia del gato rojo

A lo mejor estar juntos en casa no es tan terrible. A lo mejor es una oportunidad. Llevábamos mucho tiempo viviendo hacia fuera. 

Igual que cada persona tiene su personalidad, también cada hogar tiene su impronta. Ya sé que es difícil la empatía, que el ponerse en lugar del otro es siempre un ejercicio de utopía…pero déjame que lo intente.

 No has tenido la ocasión de estar mano a mano, mirada a mirada, sonrisa a sonrisa con tu pareja. Al menos por tanto tiempo. Eso hace suponer que  va a ser un desastre y que aumentará la violencia interpersonal. ¿Y si no fuese así? Por qué no imaginar que de pronto redescubres a la otra o al otro. Redescubres que es un ser humano con un montón de defectos pero con aquel encanto que te cautivó en su día. Y así, inesperadamente te encuentras tricotando una urdimbre de afectos que te parecerán nuevos, impolutos, pero que, si lo piensas bien, ya estaban en ti desde aquel día en el que siendo casi una niña o un niño llegaste a casa y el corazón era sólo un tobogán en el que os subisteis los dos a gran velocidad.

¿Y los niños? Tienes que reconocer que la vorágine de nuestra sociedad, la imperiosa necesidad de trabajar, de adquirir lo imprescindible o lo accesorio, hace habitualmente que salgas de casa tan temprano y vuelvas tan tarde. Cuando te vas los niños duermen y cundo vuelves también duermen porque es muy tarde. Y vuestros chicos crecen suponiendo que sois sus padres porque no les falta de nada, pero puede ocurrir que no sepan con cuanto mimo les das un beso, ya dormidos. Supones que su alfabetización emocional está cubierta. Muchos de los chicos llegan a la adolescencia con una relación extraña con sus padres. A veces en esa época, cuando se muestran impertinentes les exiges “un respeto que somos tus padres”. Y ellos, entonces, suelen mirarte con esa mirada del gato dorado que te examina desde abajo mientras le “echas” de comer. Puedes lograr, a través de la sonrisa, el gesto cómplice, la charla que nadie quiso oírte nunca, la caricia inesperada, el redescubrimiento del padre y la madre.

A los mayores les habían educado en la suposición de que esta sociedad iba hacia la civilización del ocio. El gran triunfo sería cuando liberados del trabajo o las incomodidades diarias se pudiese uno entregar a la cultura, al arte, al dulce no hacer nada. Eso debería ser, al menos, la jubilación. Ahora tienen que buscar en los diccionarios el significado de “triaje” y no les parece justo. Menos mal que los pequeños de la casa saben por intuición que los verdaderamente sabios son sus abuelos. Ellos, si les dejas, podrán ayudarte a educar a tus pequeños para un tiempo que se presume, de incertidumbre.

La terapia de este gato colorado podría resumirse: gestión adecuada de las emociones y de los miedos. De otra manera, podría suponer: destrozo emocional, estrés postraumático, depresión reactiva, ansiedad generalizada, distorsión cognitiva… Yo que tú me lo pensaría. 

Somos sólo una hoja ingrávida y el viento nos empuja sin saber muy bien a dónde. Recibe, por si acaso, mi entrañable abrazo de papel.

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