Opinión

Un kilómetro de amor

No puedo comprarte nada porque todo está cerrado. ¿Qué puedo regalarte? Ah, ya lo sé, un kilómetro de amor en la franja de seis a siete. 

Hoy salimos de la cueva y el sol nos penetra el iris y nos inflama el nervio óptico. Aún con los ojos cerrados adivinamos dónde se va posando la primavera y dónde se queda quieta y adormecida. Y el aire se llena de efluvios, de sonidos inéditos, de risas, de chillidos, de deportistas olímpicos y calvos…

Mayo es un camino de mil metros pero dorado y cálido. La naturaleza se despierta pizpireta y se va levantando ansiosa y se enreda retozando, saltando, jugando, y cuando me doy cuenta se me abraza a los pies, con su color verde esmeralda y sus millones de manos. Es la hierba que tampoco ha tenido peluquero. De cada lugar, de cada sitio sale un olor, un resplandor, un bicho sin su reloj, un hormiguero...

Un trino, una cascada que derrama frescor y agua plateada y un montón de grillos. Un caracol vestido con su casa y una rubicunda rosa o una impúdica y desnuda babosa; un pájaro carpintero y una preciosa mariquita roja. A lo mejor eso de allá arriba es una nube, puede que un ruiseñor y una urraca golosa… 

Todo me parece nuevecito, a estrenar. Me miro continuamente los zapatos como lo hace un niño y camino a zancadas. Soy un runner cualquiera. Un odiador del encierro. Un claustrofóbico del año 2020. Ahora empieza, de repente, el mes de mayo, y camino a lo loco porque me niego a que se nos rompa este mundo como una fruslería, un cristal de swarovski, pura bisutería. 

Al fondo del valle que caminamos hay una carretera gris. Se ha quedado absurda porque no sirve para ir a ninguna parte. Ahora pasan, también verdes, dos guardias, algún obrero de la construcción y una ambulancia, un petimetre, un señor que va a la viña y una señora que tose sobre el prospecto de una farmacia.

Los caminos se han quedado solos, tristes, en barbecho, porque sin la mirada caducifolia de las madres, sin sus adornadas trenzas, todo es pura tristeza. Y pasa una bicicleta azul e imagino, que eres tú todavía, mamá querida, y te sigo con la mirada. Veo cómo te diriges hacia el futuro, aunque no sé si el futuro será ya, sólo, una huerta llena de tulipanes vírgenes y amarillos. Y el aire aún mueve tu cabello y es una bandera que flamea, que va y que viene y que ondea. Y me miras y lo haces con la más bonita mirada para regalarme tú a mí, envuelta en papel de celofán, esta bonita mañana.

Te presiento también caminando a mi lado. Señora de a pie. Una madre es un cerezo repleto de cerezas. Una madre es un barco de blancas velas que navega en alta mar. Una madre es el astrolabio del corazón. Un naranjo con naranjas.

 Dice el gobierno que sólo puedo alejarme un kilómetro de ti. Mira y yo no lo sabía y pensaba que estando tan alejados…el amor por las madres que se nos fueron, se volvería esclerótico… y se nos moriría.

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