José Luis Gómez
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Una de las principales obligaciones de cada generación es preservar el legado que recibe para entregarlo a la siguiente y, a ser posible, mejorarlo. El legado patrimonial de Ourense es inmenso y compete a muchas instituciones que esa obligación se cumpla porque hablamos de joyas como la catedral y las otras iglesias urbanas, San Francisco, los históricos puentes y viaductos que cruzan el Miño… Y, por supuesto, sus jardines.
Con casi doscientos años de historia, el Jardín del Posío es una de las joyas de ese patrimonio singular que a la vez es natural y cultural. Nacido a partir de un solar donado, sirvió para que los profesores del Instituto de Segunda Enseñanza creasen en él un jardín botánico con más de doscientas especies. Cuando Otero Pedrayo estudió en ese instituto que ahora lleva su nombre, los árboles ya habían alcanzado buen porte y servían de refugio de juegos a los niños y de lugar de respiro para los mayores.
En una urbe como Ourense con temperaturas cada vez más extremas es una necesidad apremiante. Qué mejor refugio climático que este rincón exquisito que nos viene regalado por nuestros antepasados
La historia del Posío de Otero Pedrayo, del Posío de Blanco Amor, del Posío de varias generaciones de ourensanos, es, lamentablemente, una historia cuyos capítulos nos hablan de años de abandono y dejadez. La degradación de su espacio, la pérdida de su identidad como jardín botánico y lo que es todavía más grave, la desidia de un Concello que llega a todo, tarde, mal y nunca.
Estamos ante un bien cultural que nació por una sucesión de actos altruistas, uniendo el empeño de los ourensanos que entregaron el terreno a la ciudad y los profesores de ciencias e historia natural del instituto cercano que lo convirtieron en un espacio a la vez didáctico y de recreo. Un bien que merece ser tratado con el mismo respeto que otros monumentos y por tanto recuperar su estado original, eliminando los pastiches añadidos, trasladando a un solar próximo, que podría ser adquirido para tal fin, el parque infantil, de manera que estuviese mejor dotado y protegido de las inclemencias y devolviendo a la tierra su protagonismo primigenio, que no es otro que el de otorgar a los vecinos el placer de sentir la naturaleza en el corazón de la ciudad y encontrar en los días de canícula un oasis de frescura y un pulmón de oxígeno. El Posío es una pieza de nuestra historia y como tal ha de ser conservado, sin artificios innovadores, sino restaurando lo imprescindible y garantizando su esencia.
Preservar el Jardín y reivindicarlo como una de las enseñas de esta ciudad no solo es un deber histórico. Es una oportunidad. En una urbe como Ourense con temperaturas cada vez más extremas es una necesidad apremiante. Qué mejor refugio climático que este rincón exquisito que nos viene regalado por nuestros antepasados. Veremos en qué queda.
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