Opinión

¡Señorita, una conferencia con…!

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El tema de la telefonía es un mundo impensable hace tan solo 20 años; imagínense el cambio que supuso para quienes recuerdan la existencia de operadoras, y no me refiero a compañías telefónicas, que solo había una, sino a aquellas generalmente amables señoritas que se encargaban de realizar los enlaces para que pudiéramos hablar en la distancia. Así fueron los comienzos de la telefonía en nuestro Ourense.

Lo primero que debemos recordar es que en sus inicios se diferenció entre telefonía urbana e interurbana. La primera estaba en manos de pequeños empresarios que afrontaban con su inversión las instalaciones por medio de una concesión; las interurbanas eran ya algo más complejo, necesitaba una inversión que solo grandes consorcios podían afrontar y competía con el servicio telegráfico. Surgió así la Compañía Peninsular de Teléfonos.

Las ciudades que primero disfrutaron de estos “artilugios” comenzaron por los urbanos. Una pequeña centralita permitía la conexión entre organismos públicos, empresas y algún privilegiado particular. De seguir así, el futuro sería muy complicado, ya que entre otras circunstancias el tendido del cableado se daba de bruces con el rechazo de los propietarios de edificios que veían afeado su entorno (se les intentaba convencer con el argumento de que esos cables servían de pararrayos, pero…).

En Ourense, el proceso fue al revés, primero se inauguró el servicio interurbano y a continuación el urbano. Fue la ubicación como entrada de Galicia la que “invitó” a la C.P.T. a instalar las líneas por Ourense. El lunes 20 de abril del 1914, las autoridades asistieron a la inauguración de las instalaciones en la plaza de Obispo Cesáreo (Pereira nº 17, donde había estado en sus primeros años el Café La Unión, al lado de la actual Farmacia Alameda). El primer director de la compañía en Ourense fue don Eladio Sanz, personaje con triste final que forma parte de la crónica negra ourensana. Otro día os lo contaré pero os adelanto que el juego le llevo a suicidarse en la central telefónica después de intentar asesinar a un ciudadano (1916). 

 Desde ese 1914, Ourense quedaba comunicado con el resto del país y Vigo. El resto de Galicia aún tendría que aguardar unos meses. En aquellos inicios las conferencias eran escasas por la falta de aparatos de teléfono, con lo cual fue el servicio de Telefonema el más utilizado: el usuario redactaba un mensaje que el operario transmitía vía telefónica y el receptor se encargaba de hacérselo llegar al destinatario. Tenían botones y recaderos para ello, pero en ocasiones se publicaba en la prensa local al no localizar al destinatario; como es lógico, su uso estaba dirigido a organismos públicos empresas y prensa principalmente. Aunque fuera similar al telégrafo, aventajaba a éste por la rapidez y exactitud de los mensajes.

Leyendas urbanas cuentan que las telefonistas eran las personas más informadas de la población; lo que sí es cierto es que cada tres minutos interrumpían la conversación para avisar de que se acababa un tramo de facturación. Quizás en ocasiones se olvidaban de desconectar el auricular, pero…

La existencia de esta central aceleró los trabajos para la apertura de la de urbanos, que desde enero del 13 tenía autorización para su instalación pero no fue hasta este momento que se tuvo interés por hacerlo. En menos de tres meses, el propietario de la concesión, Manuel Corbal Souto (pontevedrés) abría al público en la planta alta del número dos de la calle del Instituto (esquina Plaza Mayor, antigua Camisería Prieto), una centralita atendida por las señoritas Marina de la Torre y Amparo González. Conectaba así a los usuarios de la ciudad entre ellos y permitía asomarse al servicio interurbano con "intermediarios": pedías la comunicación y cuando estaba disponible te avisaban. La ubicación en la cuarta planta de un edificio sin ascensor evidencia que el público no tenía que acudir a estas dependencias. A modo de curiosidad, el equipo era de la marca Ericsson, aún activa... Para la historia ha quedado la relación de los primeros afortunados poseedores de número de teléfono: Gobierno Civil, Ayuntamiento, Telégrafos y la Cía. de Interurbanos eran los primeros números. El notario Marqués de Leis y el banquero Juan Fuentes tenían dos líneas, una en casa y otra en el negocio; los hoteles Roma y Miño, Francisco de las Cuevas, Ignacio Tabarés, el doctor Vidal (el del X2), las farmacias de Fábrega, Román y Meruéndano, el Chalet Losada y, cómo no, el diario La Región estrenó el día 25 de julio su flamante número de teléfono (el 40). Como prueba de la pujanza de Canedo, son seis las líneas que se dieron de alta en el vecino ayuntamiento.

Muy poco tiempo después (comienzos de 1915), el Gobierno, ante la necesidad de conectar todos los núcleos de población y comprender la escasa o nula rentabilidad inicial, decide instalar centralitas en las oficinas de telégrafos donde sea posible y, de no existir estas, abrir oficinas propias. Eso fue un estupendo aliciente para las zonas rurales, pero aun así como prueba de la dificultad para extender las líneas sirva el dato de que en los 50 Castro Caldelas y Melón únicamente contaban con esa línea publica.

A finales de 1916 se decide el traslado de la interurbana a unas nuevas instalaciones en Progreso, enfrente del Hotel Roma, y posteriormente (1954) pasó a la actual Concordia, donde aún se mantiene un edificio de la CTNE. Años después se construyó el de Marcelo Macías y, actualmente, como sabéis, todo ha cambiado de manera espectacular…

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