Opinión

El K.O. del aspirante

Se puede ser flemático y tener sangre en las venas, ser educado e incisivo, ser irónico e inteligible, ser algo yermo en el continente y feraz en el contenido, y también se puede ser opositor y haberse estudiado el temario. Sin embargo, a Alberto Núñez Feijóo se le hace un mundo conjugar esas cualidades, que deben antojársele insuperablemente contradictorias, y el resultado, por lo que se vio en la Cámara Alta, es que Pedro Sánchez, que ostenta el título que el líder del PP pretende arrebatarle en un futuro cada vez más próximo, se lo merendó sin apenas despeinarse.

Nadie esperaría que de ese combate dialéctico en el Senado, que Feijóo solicitó con más ansiedad que preparación, y más fiado en los sondeos de parte que consciente de sus limitaciones, se desprendieran ni grandes ideas ni grandes propuestas, de una parte o de la otra, en beneficio de la nación. Nadie podía esperarlo, pero sí hubo, sorprendentemente, algo de ello. Cuando menos, en la primera intervención de Pedro Sánchez, en la que en un tono sereno, contenido y presidencial expuso la compleja situación del país y desgranó cuanto su gobierno ha hecho y piensa hacer para afrontarla con el menor sufrimiento para la ciudadanía. Pero a partir de ahí, la cosa se torció.

Feijóo, el aspirante, no calibró correctamente la circunstancia de que no iba allí a hablar con alguno de los suyos, sino con aquél al que precisamente él y los suyos suelen llamar de todo menos bonito, y ahí, ya desde su inicial intervención, principió a fraguarse su descalabro. Sánchez, que sí sabía a qué iba y con/contra quién, no necesitó ni sacar la faca artera para tirársele a la yugular, y, encima, mediante el infalible procedimiento de la memoria, del recordatorio. Se limitó, por ese procedimiento, a desnudar a su contradictor, a despojarle del terno ficticio de hombre de estado mayúsculo con el que se ha querido presentar o han querido presentarle.

Que cuando Feijóo llegó a la presidencia de la Xunta de Galicia suprimiera la gratuidad de los libros de texto, o que se oponga, invocando una norma inexistente, a que las pensiones se revaloricen en relación al IPC, no le ayuda, desde luego, a empezar a granjearse los míticos votos futuros, y Sánchez le recordó eso y más. ¿Ideas? ¿Buena oratoria? ¿Soluciones? ¿Acuerdos? Nadie esperaba eso, pero tampoco un tan fulminante KO.

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