Opinión

Aplausos cansinos

Si ya es pesado seguir un debate político donde ya sabemos de antemano lo que van a decir los respectivos oradores que van subiendo a la tribuna, aún lo es más cuando a cada afirmación, ocurrencia o gracieta del discursante le siguen los monótonos y cansinos aplausos de los compañeros y compañeras del partido que se sientan en la bancada correspondiente interrumpiendo continuamente sus discursos en contraste con las posturas inánimes de los que se sientan en el escaño contiguo pero que no son de su cuerda. 

No entiendo como en una institución donde nuestros representantes políticos que, bien o mal hemos elegido, van a parlamentar, hablar, expresarse, tratando de encontrar soluciones para nuestra convivencia, donde está todo minuciosamente regulado, no haya una regulación para los aplausos, dejando libremente que cada dos por tres, dependiendo del entusiasmo del momento, se produzcan continuas interrupciones con unos aplausos que se prolongan cuando termina su discurso hasta que regresa al escaño y le siguen aplaudiendo delante de sus narices hasta que por fin, toma asiento su señoría.

Tampoco entiendo como a estos debates parlamentarios no se incorporan los nuevos sistemas, los avances científicos, las nuevas tecnologías que tanto han cambiado todos los aspectos de nuestras vidas que hacen que no se parezcan en nada la forma de vivir, de comunicarnos, de viajar o de trabajar con lo que hacíamos hace ochenta, cien o más años, pero que, viendo y escuchando estos debates parlamentarios, parece que no ha pasado el tiempo. Si le echamos un vistazo a los discursos parlamentarios de los tiempos de la segunda república, por ejemplo, es decir, hace casi cien años, vemos que se parecen mucho, tal vez demasiado, a los que pronunciaron nuestros representantes políticos en las recientes sesiones del Congreso de los Diputados con motivo de la última y tonta moción de censura: Parecidas posturas, parecidos discursos y parecidos insultos. 

Esto quiere decir que el sistema parlamentario, (y en esto sí que estamos equiparados a nivel internacional, mal de muchos, ya se sabe) no ha seguido las pautas de la evolución que afecta inexorablemente a todos los aspectos de nuestra vida y de la misma forma que ha cambiado la manera de llegar de los diputados al Parlamento, desde cualquier lugar de nuestro geografía, ya sea en tren, avión o por carretera, vemos que una vez instalados en él, el talante, los discursos y los reproches, son prácticamente iguales a los de hace casi cien años.

De la misma forma que hemos incorporado a nuestra vida las nuevas tecnologías, en muchas casos de forma imperativa, obligándonos a efectuar por internet muchas actividades que antes realizábamos personalmente por ventanilla, con mayor motivación, tenemos que hacerlo en estas tribunas públicas, donde se debate la forma de entendernos, ya sea a nivel internacional, nacional, regional o municipal, recurriendo a ordenadores, máquinas o robots que sabemos que sustituirán con ventaja y eficacia a las personas físicas que antes realizaban ese mismo trabajo, como pasa en cualquier fábrica moderna.

Una muestra de esta tímida incorporación de las nuevas tecnologías en nuestro Parlamento, prácticamente, la única diferencia con el de hace cien o más años, son los votos que telemáticamente hicieron muchos diputados desde sus casas, como hacen muchos tele trabajadores actualmente en todos los países y en muchas actividades, sin que haya dado motivo alguno de polémica; votó el 100x100 de la Cámara. Pues así, así, por este camino tenemos que seguir avanzando, nos ahorraremos muchos viajes, dietas, discursos, insultos y aplausos estériles.

Y el día que podamos elegir a un robot de presidente de gobierno o de alcalde, empezaremos a entendernos mejor. Seguro.

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