Opinión

Arrieiros somos

Este es el título del libro de Rubén Riós (supongo que se pasará toda la vida aclarando al personal dónde tiene que ir el acento) que nos presentó la semana pasada en la Casa de Galicia en Madrid. Una velada amenizada por Sergio Pazos y patrocinada por Xosé Portas, gerente de Discarlux, donde pudimos saborear sus exquisitos productos cárnicos.

Hacía tiempo que no iba por ese fantástico palacete donde está ubicada la Casa de Galicia en Madrid, en la zona monumental, al lado de los Jerónimos, el Retiro, Museo del Prado, etc., adquirido para la Comunidad, región o nación (al gusto) gallega en tiempos de Manuel Fraga, Creo que no había vuelto por allí desde que estaba el anterior director, el recordado José Ramón Ónega, que falleció el año pasado víctima del coronavirus. El actual, Juan Serrano López, presidió la presentación de este nostálgico libro donde Rubén nos muestra su sensibilidad y respeto por las personas mayores, cosa que no es muy habitual, en unas entrañables entrevistas en varios pueblos de Galicia, de personajes que no vamos a olvidar fácilmente, como el de la pareja de enamorados de Vendas da Barreira, Eladio y Mariña, que llevan setenta años juntos (esto en Hollywood no pasa), o el de la nonagenaria, pero increíblemente lúcida, Cecilia de la Arzúa, que nos dice: “Non teño medo a norte, teño medo a soidade do meu fillo”. Ese hijo especial, pero más listo que el hambre, Manoliño, que sabe todo sobre maquinaria agrícola y tiene los carnés de conducir, de cuyo padre nunca más se supo, muy típico en aquella Galicia profunda de los años cincuenta del pasado siglo, aquellos “enxebres “ Don Juan rurales, reproductores natos; no había despoblación, eso sí, nunca sabrían interpretar la ley del “solo sí es sí”.

Le daría una pista a Rubén en relación con este apasionante tema, nunca mejor empleado el término, porque de esa pasión, la naturaleza ha decidido que salga un descendiente, y la pista, amigo Rubén, es que investigues, en la zona de Lalín, a un personaje del que solo sé que se llamaba “Benito de Souto”. Debía ser un Don Juan del país, a lo rural, pero que no andaba con historias, “díxomes” ni poemas; se le atribuía la paternidad de unos cuarenta hijos. No me digas que no hay argumento.

Muy amiga de Rubén, estaba en la presentación Carmen Lobelle, ex alcaldesa de Verín, en la época en que, aunque no nos conocimos, también andaba yo por allí con Verincar, ex diputada y ex senadora en los comienzos de la democracia y también, como mujer emprendedora, fue propietaria de la emisora de FM en Madrid Radio Libertad. Y como sigue estando en todo, aprovechó la pandemia para escribir un precioso libro, “Diario de Carmen en cuarentena” . Me recuerda mucho a mi hermana Carmen, que tampoco para, alma propulsora, junto a su extinto marido, Manuel Pérez Delgado y sus hijos, de Aceites Abril. Son un ejemplo más de que los mayores, incluso los ancianos, mientras sigamos respirando, estaremos en la brecha.

Una grata sorpresa que me encontré aquella tarde: descubrí, a mis años, “a muiñeira”, y la descubrí, porque me dejó impresionado cómo la bailaba Sergio Pazos, un verdadero baile acrobático, al son del gran gaiteiro Miguel Ramalleira, que sabe sacarle partido a ese difícil instrumento, muy difícil de afinar que, dicho sea de paso, impidió que mi padre, Luis Canal Freire, la pudiera incorporar a su famosa, en los años cincuenta, banda de música de A Xironda (Cualedro), cuando los pueblos estaban habitados.

Sergio, no te conocía más que de verte en la tele, pero mira tú por donde, tu padre Alfonso, que me dices, sigue en activo, trabajando de abogado en Ourense, como debe ser, machiño, fue profesor mío en los Estudios Galicia de Albino Núñez. No quiero precisar fechas, da igual, esto de la vejez es así, tiene su aquel, y más en los de nuestra generación, que prácticamente hasta que llegamos nosotros no pasó nada. Enlazamos las cuádrigas romanas con los turbos y los híbridos, las palomas mensajeras (las tenía el Ejército hasta hace poco) con los wasap y demás, las diligencias con el AVE y, en otro orden de cosas, hemos pasado de los reyes y las dictaduras a la democracia y a las imposiciones de la estupidez por ley. Podemos con todo.

Sergio, si algún día no te suena el teléfono, tranquilo, cógete (o agárrate, por si hay algún porteño) un gaiteiro o una gaiteira, no sea, y vete por los pueblos y ciudades de Galicia, España o el mundo, descubriéndole “a muiñeira” a la gente. Como me pasó a mí. Impresionante. 

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