Opinión

Un beso en el Congreso / 
Entre dos hombres de progreso

No hay como ser poeta. La foto de Pablo Iglesias dándose un beso en la boca en el centro del hemiciclo con el catalán Xabier Doménech ha causado sensación. Parece ser que la imagen ha dado la vuelta al mundo, por lo visto compite en impacto mundial con aquella triste foto en el mismo sitio, del ya lejano 23 F del año 1981 con el “valiente” teniente coronel Tejero amenazando con su pistola a los indefensos diputados y ordenando aquel siniestro “¡quieto todo el mundo!”. Comprendo el revuelo que se ha montado con este inédito beso entre estos dos bigotudos progresistas, que así se titulan ellos. Lo tienen claro, lo del progreso parece que lo llevan en exclusiva en su ADN, todos los que no son como ellos, no son progresistas, así de sencillo.

Los orensanos tendríamos que reivindicarlo, no en vano tenemos desde hace muchos años la calle del Progreso, pero bueno, no vamos a entrar en polémicas, bastante tenemos con el debate de la investidura. Volviendo al tema del beso, somos esclavos de nuestras costumbres y es lógico que nos veamos sorprendidos con esta efusiva muestra de cariño, aunque no tanto, porque ya sabemos que el Sr. Iglesias, el que llevó la iniciativa, el otro simplemente se dejó, es un poco travieso, nos puede salir con cualquier sarao. Comprendo que estemos más preparados para ver a dos hombres dándose de leches que abrazándose efusivamente y marcándose un beso de tornillo. Es un hecho y tenemos que reconocer que estamos más preparados para la violencia que para la ternura, más predispuestos a dar o recibir un pescozón, que un cariñoso y apretado abrazo. Es la vida.

De todas formas me felicito que sea la imagen de este inédito beso la que de la vuelta al mundo y no aquella del señor del tricornio. Ya me gustaría que en año 1981 cuando entró en el Congreso el general Aramburu Topete para intentar someter a Tejero, en lugar de enfrentarse amenazándose con sus pistolas, se hubieran dado un beso en todos los morros. Así que, puestos a elegir, prefiero esta fotografía.

En cuanto al eterno debate sobre la posible investidura que hemos vivido esta semana, me produce una sensación de hartazgo el comprobar, un día y otro, la intransigencia de cada uno de los protagonistas, me recuerda un poco a los antiguos predicadores marcándonos el camino de la salvación eterna. Pues estos lo mismo: con un solo voto, para la semana siguiente, setecientos mil pobres dejarán de serlo; con un solo voto, cuatro millones de parados encontrarán trabajo para la semana que viene. Increíble. De momento no nos prometen legislar para acabar con los terremotos, la sequía, las inundaciones o los volcanes; ni tampoco nos prometen acabar con el cáncer, los infartos, la diabetes o la gripe, pero todo se andará, en algunos casos tendrán las mismas probabilidades de acertar.

Y ahora vamos a jugar a las adivinanzas. El Sr. Rajoy tiene dos alternativas, en ninguna de ellas va a seguir de presidente, esto está claro; como siempre, el protagonista será el último en enterarse. Cuanto antes lo asuma y se olvide de que es el partido más votado, mejor; que tiene un millón setecientos mil votos más que el que pretende ser investido, de acuerdo; que es injusto, también; que debiera ser de otra manera, sí, pero esto es lo que hay. No obstante a día de hoy, en este preciso instante, puede hacer algo, está en sus manos, de momento; después ya no, después a lamentarse.

Pero ahora puede intentar sacar el mejor provecho de esta situación: puede optar por permitir que el pacto de los socialistas con Ciudadanos llegue a buen puerto tratando de sacar partido en esa negociación; o quedarse completamente al margen del futuro gobierno. El acuerdo de los socialistas con los de Podemos, independentistas y vecinos, es inevitable, se ve venir, se saltarán todas las líneas rojas que hagan falta, se besarán entre todas y todos los que se pongan por delante y por detrás, pero llegarán a un acuerdo, seguro. Está cantado. No va haber nuevas elecciones, están demasiado impacientes. Se ve. Se siente.

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