Opinión

Lo bueno de la civilización

No hay que ser civilizados para morirse, en este mundo animal y vegetal en que vivimos, todo nace y todo muere; está organizado así, no hay que darle más vueltas, pero cuando la muerte se produce porque alguien te la impone, es decir, te mata, directamente, por los motivos que sean, por accidente o con premeditación, surge ese instinto natural que llevamos en nuestro ADN que es la venganza, esa intención de devolver el daño causado al que te ha agraviado; ese ojo por ojo, diente por diente, que ya recogía la Biblia, pero que nuestra civilización ha tratado de corregir, impidiendo que se produzca esa reacción natural, primitiva y revanchista, imponiendo las normas en las que se fundamenta nuestra convivencia civilizada.

Pero no siempre lo logra, porque, dependiendo del grado de civilización y de cultura que tengamos en una zona habitada por un grupo determinado de individuos, es muy frecuente que se produzca una reacción violenta e inmediata que lleve al linchamiento del autor de esa muerte, ya sea intencionada, o producida por un trágico accidente, por lo que no tiene las mismas consecuencias para el conductor o conductora de un vehículo que ha provocado un atropello mortal, que ese desgraciado acontecimiento se haya producido delante de un colegio del OPUS, o en cualquier otro lugar.

Porque es muy fácil criticar y poner a parir a instituciones que, de acuerdo, en ocasiones, algunos integrantes hayan podido tener comportamientos despreciables, verdad, pero que en general, han inculcado unos principios que han propiciado que, ante un dramático atropello en la salida del colegio, en el que una niña de seis años ha resultado herida mortalmente, se busquen la madre de la niña fallecida y la conductora del vehículo, no para ejercer la venganza que sería previsible en otro sitio, sino para fundirse en un abrazo y poder llorar juntas amargamente el terrible desenlace de esa tragedia que acaba de producirse. Para eso hay que tener unos valores y unos principios que no abundan en otros lugares.

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Porque en estos momentos en que la gamberrada, la provocación, el insulto o incluso la delincuencia, son considerados como atributos en alguna instancias y además, y en algunos casos, pueda ser el mejor camino para lograr una carrera política, ya que, debido a su abundancia y proliferación, con una previsible trayectoria de ir en aumento, logran tener seguidores, admiradores y defensores hasta en el mismísimo Parlamento de la nación.

Por eso que, si algún día tuviera la desgracia de verme involucrado en un triste accidente como el de esta señora, que confundió las marchas de su Volvo automático, (que pronto frenará solo, pero de momento, lo hacen únicamente contados modelos-prototipos, un adelanto muy necesario en la industria del automóvil, porque en esto de la conducción, se pueden tener accidentes por no saber conducir, o por conducir muy bien) rogaría a todos los dioses del Olimpo y sucesivos, que ese accidente se produjera en las cercanías de un lugar parecido al de ese aciaga tarde y no, por poner un ejemplo; frente al Congreso de los Diputados.

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