Opinión

Carta a un niño que pensó que era malo

Aunque lo suyo es que los niños escriban sus cartas a los Reyes Magos y, como todos los reyes, incluso los constitucionales, no estamos acostumbrados a contestarlas, ni a dar explicaciones, como es lógico, para eso tenemos sangre azul, en este caso, una vez que hemos regresado a Oriente, (por cierto, muchas cartas, cuándo no eran emails, llegaban a Ourense, porque es el nombre de la ciudad que más se parecía) de vuelta de esas agotadoras jornadas de viajes, cabalgatas y reparto de juguetes a los niños, bueno, ya empezamos, y a las niñas, por supuesto, vamos a escribir una carta a un niño (no damos su nombre por la ley de protección de datos) que le dejamos una caja de carbón junto a sus zapatos, porque en su carta nos decía que no había sido bueno, que no se portaba bien, que no obedecía a sus padres y que siempre le estaban regañando, que en el colegio tampoco le hacía demasiado caso a los profesores porque él siempre estaba pensando en otras cosas, en sus cosas, y que no entendía todo lo que estaba pasando a su alrededor porque, cuando le decían que los niños tenían que ser buenos, educados, obedientes y no decir mentiras, él veía en la calle y en las noticias de la tele, que los mayores no hacían otra cosa que no fuera gritar, mentir, amenazar, pegarse e incluso, matarse. Vaya por dios.

En principio no estábamos de acuerdo, bueno, esto es lo normal cuando se reúnen tres personas mayores, es algo natural e intrínseco en los seres humanos. Melchor decía que una carta debía ser una cosa personal, y no le faltaba razón. Gaspar se encontraba muy cansado y un poco triste, no estaba con ánimos de intervenir en la polémica porque en este viaje, quizás por el coronavirus y el miedo a los contagios, observó, bueno, observamos, en muchas casas, un ambiente de egoísmo, reproches y broncas de sus padres, y notamos mucha crispación en los niños, y decía que, como en este caso, podía haber muchos otros niños. (niñas y niñes, añadía rápidamente la ministra). Baltasar, ya sabemos, es muy majo, además de mago, él siempre está con la mayoría, lo que es de agradecer, por lo que al final, hemos decidido que esta carta la firmaríamos conjuntamente los tres, como si fuéramos una sola persona, esto se llama, queridos niños míos, unanimidad, pero, eso sí, no la vamos a personalizar.

Opi_11

 

Esta carta va dirigida a todos esos niños y niñas que no le hemos llevado juguetes, o le hemos dejado carbón junto a sus zapatos aquella fría noche de Reyes, porque, al escribirnos sus cartas, pensaron que eran malos, y al regresar a Oriente, nos hemos dado cuenta de que nos hemos equivocado, cosa, la de equivocarse, muy frecuente entre los “homo sapiens”. No sabemos si el problema viene por lo de “homo”, o por lo de “sapiens”, pero el caso es que el problema está ahí, y lamentablemente, nos equivocamos, caemos en el error, de ahí surge ese latinajo que oiréis con frecuencia a los mayores; “errare humanum est”, tratando de justificar sus equivocaciones y sus chapuzas, advirtiéndonos de que es algo común y habitual en los seres humanos, por lo que no nos debiéramos sorprender.

Ante este fenómeno, por llamar así a eso del “errare”, siempre nos encontraremos con dos posturas, fijo, siempre: la de los intransigentes; que lo tienen claro, que saben perfectamente lo que hay que hacer en todo momento, que no admiten razones porque ellos son muy listos: yo no me vacuno porque soy un campeón, y porque yo lo valgo, o, en otra vertiente, pero lo mismo de ”sobrao”: el tren tiene que ir por ahí, (por Cerdedo, concretamente), porque yo soy el alcalde y seguiré siendo el alcalde, punto. No hay más preguntas, señoría. La otra postura, queridos niños, como es la de nuestro caso: reconocer humildemente que nos hemos equivocado y tratar de no cometer más errores. Simplemente.

Sí, en efecto, nos hemos equivocado dejándole carbón, porque los niños no son malos, ninguno, siguen nuestros pasos, sencillamente, solo los mayores somos malos, porque no somos capaces de encontrar un momento para sonreír cada mañana y dar gracias a dios, dioses, al destino, al sol o a quien corresponda, por habernos regalado un nuevo día, sin acordarnos de los miles de seres humanos que están sufriendo en este mundo que compartimos y que no les queda ya ni la esperanza de poder encontrar algún día, un amanecer más justo, más digno y en paz.

Baltasar, Gaspar y Melchor.

Te puede interesar