Opinión

La estafa y la mala suerte

En una reciente editorial de La Región, titulada “La estafa a Ourense”, se lamentaba su autor, o autora, no sea el lío, de la escasa inversión que los presupuestos del Estado destinaban a nuestra provincia y sí, de acuerdo, podemos calificarlo de una estafa, un agravio comparativo o algo parecido, que nos pueda servir para expresar nuestro descontento con esa discriminación presupuestaria respeto a otras provincias o regiones que tienen el privilegio de poder sentarse en esa mesa donde se juega la timba entre unos tahúres que están dispuestos a recurrir al chantaje, exigiendo la liberación de condenados, o amenazando con destruir instituciones del Estado, a cambio de apoyarlos.

Sería mucho más lógica y comprensible la presión que podrían hacer los orensanos para conseguir mejorar su tratamiento, poniendo sobre la mesa la posibilidad de cerrar el grifo al resto del país, de la energía que producen sus centrales hidroeléctricas. Serían mucho más adecuadas, educadas y suaves estas formas, que las amenazas cuasi delictivas que protagonizan los representantes políticos de otras latitudes. De todas formas, en el mundo civilizado y democrático como en el que pretendemos convivir, este tipo de presiones, coacciones o amenazas, sean del tipo que sean, nunca debieran tener lugar. Ni las unas, ni las otras.

Bien, dirá Vd., y con razón, entendido el modo estafa, de acuerdo, pero. ¿Y lo de la suerte? ¿Qué pinta aquí lo de la suerte? Diga, diga. “Pois sí”, me explico; la suerte es fundamental hasta en la lotería, después de comprarla, eso sí, porque si te tocara sin comprarla, sería un milagro, que es lo que pretendía aquel listillo con su plegaria a San Pancracio. Y es que en este caso también, válganme todos los santos, la suerte está presente y, además, de qué manera, porque hay que tenerla, y muy mala, al comprobar que la mayor parte de ese poco dinero que nos llega de estos impresentables presupuestos, son para emplearlos, vaya por dios, en una obra, no solo totalmente innecesaria y prescindible; la variante exterior del AVE en nuestra ciudad, sino que, podemos decir (y hablo en plural porque lo hago en nombre de muchos ciudadanos, la gran mayoría, y lo puedo demostrar) que es una actuación negativa, perjudicial y nefasta para la ciudad y para las generaciones actuales y futuras de sus ciudadanos.

El desafortunado proyecto de esta absurda variante nos lleva costado ya, sin haberla comenzado, muchos millones (solo el provisional acondicionamiento del trayecto desde Tabodela con la incorporación del tercer raíl, más de 100 millones) y el retraso de años en la llegada del tren de alta velocidad. Todo esto es un error, un inmenso error, con unas intenciones o con otras, con buena o mala fe, consciente o inconscientemente del quebranto que origina a nuestro entorno, con largos túneles y viaductos, uno de ellos nada menos que sobre el Miño y la playa de Oira. Una verdadera salvajada, a unos metros del muro de la presa de Velle.

El problema de los errores es no corregirlos, insistir en ellos, por lo que cuanto antes lo admitamos y nos pongamos manos a la obra para solucionarlo, mejor que mejor, aunque sea indemnizando a posibles perjudicados, porque es preferible gastar el dinero en indemnizaciones que en destrozar nuestro paisaje con unas obras superfluas y totalmente prescindibles que perjudican a todos, bueno, para ser precisos, no a todos, excepto a los que tienen intereses directos en la ejecución de las obras y no les preocupan sus consecuencias. (Los podemos contar). Los demás ciudadanos, sobre todo los que amamos a nuestra tierra, nos veríamos gravemente afectados y perjudicados. (Los podemos contar.)

En los años setenta, aún con Franco, hubo un proyecto para la instalación de una planta de celulosa en nuestra provincia. Un día, los promotores de esa industria, vinieron a nuestra ciudad para explicar a los ciudadanos las ventajas que suponía para nuestra economía esa instalación, con la creación de puestos de trabajo, salida para nuestros bosques, etc., pero aun así, dada la característica contaminante de esa industria, se rechazó.. En este caso de la variante exterior, sus promotores nunca se han dignado venir al Liceo, por ejemplo, a explicar a los ciudadanos las ventajas de su construcción. No me extraña, no es como el de la celulosa, que tenía sus pros y sus contras, aquí no, aquí no hay por dónde cogerlo, no tiene pies ni cabeza, por eso no nos lo explican. Con frecuencia nos dan detalles de lo que miden los túneles, los viaductos, los tramos a licitar, etc., pero nunca nos dicen para que sirve todo esto, qué mejoras conseguimos y que ventajas vamos a lograr. ¿No será que no las tiene?

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