Opinión

La mala leche

Es posible que no sea muy elegante ni muy educado el título de este artículo, pero es el lenguaje de la calle y además, no encuentro otro más adecuado para calificar la conducta de esos personajes que salen cada día a la actualidad, ya sea en una manifestación, en un titular de prensa o una declaración del portavoz de un partido o de un consejo de ministros, da igual, en cualquier discurso o con cualquier excusa, aparecen todos los día unas expresiones que destilan odio y ánimo de insultar no solo a los a los que no son de su cuerda, sino a cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad y de educación, que, afortunadamente, todavía quedan y que, precisamente, son los que consiguen que en la calle, no se respire ese ambiente de odio, enfrentamiento y estupidez que pretenden contagiarnos todos estos personajillos a los que nos vemos obligados a ver, leer o escuchar cada mañana.

Con motivo de la presentación ante los reyes de varios embajadores, aparece el de Irán y, porque su religión se lo exige, saluda al rey Felipe, dándole la mano y pasa olímpicamente de la reina Letizia. Bien, mejor dicho, mal, pero hay que entenderlo, las religiones son así de caprichosas, unas prohíben comer carne de cerdo, pero no de cordero, otras prohíben comer carne los viernes, pero no los miércoles o los jueves, y así. En cuanto a las relaciones con el sexo opuesto, suponiendo que solo haya dos, que esa es otra historia, los mandamientos y prohibiciones que establecen las distintas religiones (este es otro lío, porque por lo visto hay más de cuatro mil y cada una de ellas ignora a las demás) son para apuntarse a la paranoia, destacando la que obliga a las mujeres a ir tapadas hasta las cejas y a los hombres a no poder estrechar la mano a una señora en público. 

Ya digo, podrá parecernos absurdo, pero es lo que hay, este embajador, debido a sus creencias, tal vez no hubiera podido dormir tranquilo esa noche, si hubiera estrechado la mano de la reina Letizia aquella mañana en el Palacio Real, de la misma forma que otro u otra, no podría iniciar un viaje a gusto, en un tren o en un avión, sin santiguarse devotamente tres veces seguidas. Esto es lo que pasó aquel día en la presentación del embajador de Irán ante los reyes, sencillamente, simplemente; pero un periodista, o similar, tiene que tener muy mala leche, mala follá, o como queramos llamarle, para titular a este episodio de la siguiente forma: “La reina Letizia es despreciada en público delante de su marido por el embajador de Irán”. Este titular lo leí en un periódico al día siguiente, para esto no sé si habrá que ser periodista, lo que sí sé es que hay es que tener muy mala leche, lo triste del caso es que este titular lo haya elegido el director, seguramente podría haber elegido otro, pero este le habrá gustado más, tendrá más gancho, más impacto, y así vamos.

Lo más triste es comprobar que estas cosas las suelen protagonizar gente muy joven y esto es lo que me da mucha pena y, además, lo veo muy injusto, porque da la sensación de que los viejos no sabemos decir sandeces y estupideces como éstas, y eso, como viejo, no lo consiento, no hay derecho, sabemos que tenemos deficiencias, las tenemos, muchas y variadas, pare eso tomamos pastillas casi todos y todas, no sea, pero en ciertas cosas estamos en plena forma y lo podemos ( con perdón) demostrar. 

Por ejemplo, el otro día se me ocurrió, de pronto, una poesía, lamentando que esta inspiración no me hubiera llegado antes y ayudado a lanzarme literariamente:  “Ayuso, pepera/ los ilustres están fuera”

Pues con poesías como ésta, las nuevas promesas de las letras se pueden consagrar ahora, porque increíblemente tienen seguidores y los defienden; a los de las sandeces, a los de las estupideces, a los de los insultos, a los de las ofensas, como los que apoyan a ese insultante video de la televisión catalana, que intenta ridiculizar la vida de Madrid, pensando que es un chiste.

Nunca tantos hemos tenido que soportar a tantos imbéciles/as que, además, viven de ello.

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