Opinión

La rutina del error

Estamos tan acostumbrados a cometer errores que ya los consideramos como algo normal, como una desgracia natural a la que estamos condenados de por vida por el mero hecho de haber nacido en este mundo, en este valle de lágrimas que decían nuestras abuelas, bueno, también abuelos, pero menos, verdad, porque el personal, tradicional y generalmente, habitaba y habita, casi siempre, en los valles, por donde proyecta también sus comunicaciones terrestres mediante caminos, carreteras y ferrocarriles, (excepto las variantes ferroviarias, eso sí, que, al menos en Galicia, van por libre, en busca y captura de agrestes e inhóspitas montañas para poder penetrarlas con oscuros túneles y salvar los cauces de los ríos con altos y prolongados viaductos).

Tan familiarizados estamos con los errores que se han convertido en una rutina, en una triste rutina con la que desayunamos cada mañana con las noticias que nos traen los informativos de los que no nos podemos desenganchar aunque hagamos firmes esfuerzos para desconectar.

Nos encontramos con un gran surtido de errores; pueden ser leves, susceptibles de poder corregirlos sobre la marcha, (esto se observa fácilmente cuándo tenemos el control de un vehículo, un tren, barco o avión que vamos interactuando continuamente con los mandos intentando corregirlos) o graves, y con frecuencia irreversibles, que pueden tener consecuencias fatales, incluso mortales, no solo para el protagonista que los ejecuta que, para más escarnio, en algunas ocasiones puede quedar indemne, sino que mucha gente puede resultar implicada en los acontecimientos que produce ese error o estupidez, que en muchos casos viene siendo la misma cosa.

Cuándo el que comete el error es un líder; (no suele haber paridad en estos casos, afortunadamente para ellas, las señoras) la cosa es para echarse a llorar, suelen ser hombres, en sentido estricto, es decir, machos; que hoy, tal como está el panorama, ya no sé si estaré discriminando, falseando, faltando o marginando a algún colectivo/a de machistas, feministas, neutristas o de medio pelo; llevando al personal a una guerra porque ha planeado una revolución, invasión o alzamiento nacional, las consecuencias suelen ser dramáticas e irreversibles, condenando a generaciones enteras a la catástrofe y a la miseria. ¡Dios nos libre de un “xa foi” (ya fue)!

Estos salvadores de patrias siempre lo hacen con buenas intenciones, eso sí, pensando que era lo mejor para los ciudadanos del país y del mundo, pero con demasiada frecuencia comprobamos que los resultados evidencia otra cosa, no tenemos más que ver lo que está pasando estos días en Afganistán, producto de los errores y chapuzas protagonizados por los cerebros occidentales durante tantos años. Aquí, encima, estos tíos, no tienen leyenda negra. ¡Vaya por dios”. Por eso decía antes lo de echarse a llorar, no nos queda otra.

Recientemente, el presidente de USA se ha visto obligado a llamar a Pedro Sánchez, cosa que no le apetecía, como es de suponer, después de tantos desplantes que le ha dado desde que tomó posesión del cargo, porque el currito escribiente de turno se había olvidado de mencionar a España entre, nada menos, que 26 países participantes en la crisis de Afganistán.

Está claro que esta llamada nunca la haría el señor Biden dada la “simpatía” que le guarda a los dirigentes socialistas españoles desde que el señor Zapatero no se levantara ante el paso de la bandera americana en aquel desfile de hace ya bastantes años. Muchas veces las heridas tardan en cicatrizar. Aunque nuestro expresidente socialista tenga sus seguidores, tendremos que reconocer que la diplomacia no está entre sus virtudes Se notaba que lo hacía convencido, vamos, que le gustaba, que le salía del alma.

Como en el caso del alacrán, es su naturaleza, pero también los alacranes cometen errores y pueden picar a quien los ha salvado, aunque esto de la salvación tiene su cosa, ya sabemos, pero los pobres no se dan cuenta, porque no tienen lo que llamamos, “ uso de razón”, como los niños.

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