Opinión

Lavados de cerebro

Amigo Antonio, podrás enseñar a tu perra a que te lleve a casa el periódico cada mañana (cuando los había, eso sí) desde el Kiosco del Angelito, hasta tu sofá, tal vez, pero lo que nunca vas a lograr con tu “Chucheta” es inculcarle un ideal. Eso a lo mejor, querido amigo, lo hemos intentado con nuestros hijos de pequeñitos, aunque nunca podremos saber si el resultado ha sido el idóneo para ellos, para nosotros o para la comunidad que habitamos pero, al final del camino, siempre nos quedará el sentimiento de que hemos hecho todo lo mejor que sabíamos y podíamos. 

Todos nos damos una idea en principio, de lo que es bueno o es malo, y en general, la vida va transcurriendo cada día sin grandes contratiempos, porque la gran mayoría de la población actúa bien, haciendo pasar casi inadvertidos a los que lo hacen mal. Algo parecido a lo que pasa en nuestro organismo, que nos permite seguir respirando cada día porque nuestras células malignas están en franca minoría y perfectamente controladas por las buenas. En los humanos, el problema surge cuando aparecen en escena los ideales, da igual que te los hayan inculcado o que hayan surgido espontáneamente en tus sentimientos, ya sea por una patria, región, amor, dios, religión, eclipse solar, equipo de fútbol, peña, amigo o por una droga, da lo mismo, ya nunca tu vida podrá seguir siendo igual sin ellos. 

Si te lo metes en la cabecita, amigo, tu vida ya no tendrá sentido, si no ves ese eclipse solar que te obsesiona , para lo que, si hiciera falta, te alquilas un avión por si hubiera nubes que te lo impidan ver, cuando lo podrías contemplar perfectamente desde tu casa por televisión. Llamémosle ideal, obsesión, devoción, adicción o fanatismo, esto es lo que te puede llevar a lo más sublime, pero también a la mierda, directamente, según.

Si te predican, dando cabezadas, una y otra vez, cada mañana, que lo bueno comienza cuando te mueras, puedes hacer dos cosas; creértelo suavemente como hacemos muchos cristianos que sabemos que nos vamos ir directamente al cielo porque hemos sido buenos, pero que cuanto más tarde lo hagamos mejor; o creértelo de verdad, con vehemencia, pasión y fanatismo, deseando que el tránsito llegue cuanto antes para lo que te afeitas y te acicalas con esmero para llegar aseado a ese idílico paraíso al día siguiente de haber cometido un atentado contra los infieles que no creen en tu religión, porque algún iluminado y fanático predicador te lo inculcó y te lavó el cerebro. Réquiem por todos.

La vida nos la encontramos sin buscarla, y la muerte nos llegará un día, de frente o de soslayo, de repente o des-pa-ci-to, no sé, pero no brindándosela a dioses, patrias, religiones, amores, infiernos, drogas o paraísos. Si alguien te insinúa que existe algo superior que la necesita, cambia de amigo, de amor, patria, cura, imán, de maestro o de vicio, pero sigue adelante en busca de nuevos caminos, horizontes, travesías o compañías, en último caso, con tu soledad, pero sigue adelante sin mirar atrás.

Hay mucho taladrado/a, y esto va en aumento, está claro, y cuando a los delirios de estos iluminados, se le añaden ingredientes patrióticos, religiosos, alcohólicos, sexuales o futbolísticos, el resultado es imprevisible, sí a esto añadimos la facilidad de comunicaciones que les proporciona la libertad de circulación de nuestra civilización occidental sin fronteras, unido a las nuevas tecnologías que han facilitado el camino a estos predicadores reprimidos que están deseando pasar a mejor vida porque están seguros de que en el más allá lo van a pasar pipa pero que, lamentablemente, antes de irse, buscan a quien poder lavar el cerebro con sus quiméricos delirios para que le acompañen en el viaje a su imaginario paraíso, cosa que nuca podrían hacer con la ya viejita y gordita “Chucheta” de mi viejo amigo Antonio Blanco Selas en su paraíso, este sí es de verdad, de Playa América y alrededores.

Te puede interesar