Opinión

Licitación por un gran error incomprensible

Leo en La Región de estos días que se ha abierto la licitación para iniciar las obras de una pequeña parte de esa variante exterior del AVE en nuestra ciudad, dando detalles de los pormenores de ese proyecto tan cuestionado y tan lleno de dificultades, hasta el punto de que ya se admite claramente que esa obra no se podrá culminar en toda esta década.

Por otra parte, veo también declaraciones de algunos políticos felicitándose de haber conseguido que haya llegado, por fin, esta licitación repartidora del maná público, al mismo tiempo que, como es tradicional, culpan a los otros políticos de no haberlo conseguido con anterioridad ya que, como sabemos, esta triste historia viene de atrás, de muy atrás, quince años de nada, casi como el tango.

Lo que los ciudadanos de a pie echamos de menos, ya que la gran mayoría no tenemos constructoras ni parcelas susceptibles de ser expropiadas, es que toda esta gente (partidos políticos, ADIF, Xunta, autoridades locales y nacionales, incluso europeas) que promueven con tanto entusiasmo este proyecto (“la obra más importante de nuestra historia” , dicen) no se dignen explicarnos de una vez, por medio de una simple carta, video, mensaje o cualquier otro sistema de comunicación, la necesidad de todo este tinglado, y nos digan claramente para qué sirve y qué ventajas tiene, porque cuando se trata de un proyecto para mejorar las condiciones de un medio de transporte terrestre, ya sea una carretera, o una vía de ferrocarril, suele ser -lo es siempre salvo en este caso, también es mala suerte- para lograr un atajo, buscando la línea recta, suprimiendo curvas y acortando distancias, con el fin de que el tren o el autobús lleguen antes.

ilustracion opinion.pdf_web

Pero nada, nada, que si quieres arroz, aquí, señoras y señores, se va a conseguir lo nunca visto en nuestro país y tal vez en el mundo. No descartemos que podamos optar a un premio internacional. ¡Una auténtica maravilla! ¡Por arte de magia! El tren, mejor dicho, el maquinista que viene feliz desde Madrid sin encontrarse con curva alguna que lo obligue a frenar, ve con gran sorpresa que, pudiendo llegar tranquilamente al centro de la ciudad en las mismas condiciones, lo obligan a realizar una excursión por una zona agreste y escarpada que aumenta su recorrido en siete kilómetros, por una orografía difícil, necesitando túneles y viaductos importantes y con unas curvas de radio muy inferior a las que trae desde origen y que lo obligan a ralentizar en gran medida su velocidad, castigando más al material de vías y sistema de rodadura en este sinuosos trayecto que en todo el viaje. Ya no va más, señoras y señores, peor imposible. No me digan que no tenemos probabilidades de conseguir un Guinness.

Cuando los romanos andaban por estos lares no se prodigaron demasiado en levantar arcos de triunfo que, estoy seguro, algún Escipión y otros jefes romanos que andaban de sauna por las Burgas estarían entusiasmados con el proyecto, pero que tampoco, como ahora en nuestro caso, supieron explicar a nuestros escépticos paisanos de entonces la utilidad del proyecto, ni contestar a esa pregunta tan simple y tan gallega: “E para qué?” Pues para la mayor gloria y honor de nuestro emperador, intentarían justificarse los romanos. “Bueno carallo bueno; déixame de dibujos”, o algo así parecido, le contestarían los ourensanos de la época, cuestionando la oportunidad y la necesidad del monumento. Por eso no tenemos arcos de triunfo por aquí, aunque siempre serían un monumento ornamental que mostraríamos orgullosos a nuestros amigos turistas. Lo que no les vamos a llevar es a ver un túnel en Montealegre.

Para concluir. Pido, suplico, imploro a las personas o entidades que puedan intervenir, nos echen una mano a los que amamos a esta tierra, dando una pensada a todo este despropósito. La próxima llegada del AVE a nuestra ciudad por el trazado actual, entrando por la estación de San Francisco que, aunque solo sea por una emergencia, merece la pena conservar, y el disfrute desde el viaducto de una de las mejores vistas, en España y en el mundo, que una ciudad pueda tener desde el tren, demostrará que esta locura de la variante exterior de nuestros pesares es una obra totalmente prescindible.

Te puede interesar