Opinión

Low cost

No hay discusión, el sistema anglosajón se impone en el comercio, y me temo que también en otras instancias.
Cada día aparecen con más frecuencia en nuestras calles, en nuestros comercios, palabras como low cost, oulet, etc. que pasan a formar parte de nuestro vocabulario habitual.

Tenemos que reconocer que este nuevo lenguaje ha pillado a contrapié a esa generación que sabíamos perfectamente lo
que había que pagar por la luz, el teléfono, por un billete de tren, o por un Seat 600, pero ahora tenemos que acostumbrarnos a que un viaje a Ginebra, por ejemplo, un día pagues 50 euros y otro 300 euros por el mismo asiento y en la misma clase, y lo que es aún más duro, que te sientes al lado de alguien que ha pagado la mitad, o la tercera parte, de lo que tú pagaste por el mismo billete, en función del día en que ha hecho su reserva. Antes esto únicamente pasaba cuando eras enchufado de Iberia, o viajabas gratis total a cuenta del ministerio o del ayuntamiento correspondiente. No sé lo que será peor, bueno sí lo sé, aquello era peor, mucho peor.

Vaya por delante que estos nuevos modos de comercio no sé si son buenos o son malos, lo que sé es que ahora, para
cualquier cosa tienes que estar al “loro”, esto lo saben muy bien las nuevas generaciones, que se bajan aplicaciones a su móvil para encontrar un hotel, alquilar un coche, o simplemente, aparcar o echar gasolina a su coche.

El problema está en que todo este sistema está basado en el engaño, es decir, para que un señor, un listo, un buscador
de gangas, pueda viajar a Londres en un autobús por 1 euro (como acabo de ver un anuncio con esta oferta en un diario)
es necesario que la mayoría de los viajeros paguen una cantidad lógica en relación con los costes del viaje.

Los listos siempre han tenido ventaja, en cualquier sistema, en cualquier país, en cualquier religión, pero para que
las cosas sigan funcionando, es necesario que la proporción de listos no siga aumentando. Por favor. Todo se basa en la media, el antiguo ejemplo de que si uno se come dos pollos y tú ninguno, estadísticamente, de media, tú te has comido un pollo, aunque tú estómago diga otra cosa. En un tren, un autobús, o un avión, lo que importa es la facturación media por asiento, lo demás da igual.

Por desgracia el mundo capitalista está basado desde siempre, en la fórmula injusta, pero natural, de que muchos aporten mucho, para que pocos se lleven mucho, pero, también por desgracia, parece ser que el otro sistema, el del “exprópiese”, no es la solución. Esto es la naturaleza en todo su apogeo. Así funcionan las colmenas, los hormigueros, los leones, los tigres, la selva y la estepa. Como pasa en todos los órdenes de la vida, al final las cosas
van funcionando, muchas veces a trancas y barrancas, porque la gran mayoría de la gente es normal, es educada,
no es intransigente y no te pide tres veces lo que vale una cosa, porque es la última que le queda, pero que la ley de la
oferta y la demanda, que es la ley natural del comercio, se lo permitiría.

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