Opinión

Lo malo de la civilización

El diccionario de la RAE dice que civilización es el conjunto de costumbres, saberes y artes propios de una sociedad humana. Puede ser, la verdad es que los primeros pobladores de este sufrido planeta tuvieron que emplearse a fondo para abrirse camino en un ambiente hostil, donde los terremotos, volcanes, huracanes y demás desastres naturales debieron ser muy frecuentes, porque esto del movimiento, calentamiento, enfriamiento y cambio climático, ya estaba ahí, antes de que llegaran los humanos con sus inventos, ruidos y humos de sus motores, coches y aviones contaminantes.

Podemos decir que la civilización es la lucha constante de los Homo sapiens y sus señoras, (porque, como podemos comprobar, en la naturaleza, la vaina ésta de la coyunda va de poligamias; como los toros, leones, gallos, cabritos y vecinos) tratando de encontrar una solución para lograr una vida más justa y más segura ante el terrorífico panorama que se encontraba cada mañana al salir de su cueva, entre alimañas salvajes, chuzos de punta, palos en las costaleras, enfermedades y demás calamidades y desastres de todo tipo.

Con el fin de lograr un mundo más civilizado, y viendo que los humanos eran los únicos que tenían un nivel de inteligencia suficiente como para poder ir evolucionando y descubriendo cada mañana cosas más interesantes, al contrario de las demás especies con las que compartían el planeta Tierra, que seguían haciendo las mismas monadas todos los días, y así continúan, diseñaron un sistema, que ahora llamamos, hoja de ruta, para intentar organizar aquel tinglado, construyendo caminos, puentes y casas, tratando de ir mejorando sus condiciones de vida y conseguir un mundo más habitable.

En el plano social (ya empezamos el lío), para lograr el entendimiento entre sus vecinos y conseguir una convivencia pacífica, inventaron dos cosas: La democracia y el derecho. Funcionando bien estos dos inventos, lograrían lo que podríamos llamar, un mundo civilizado.

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                                                                                                                                              José Paz

Lo malo de la civilización, es que la naturaleza no la quiere, sencillamente, una auténtica desgracia que padecemos todos los días desde la noche de los tiempos, porque esos dos inventos en que se fundamenta, se enfrentan directamente con las leyes de la naturaleza, y todo lo que va en contra de esas leyes naturales es muy complicado aplicarlo; siempre será muy difícil subir una montaña o navegar contra el viento. En la naturaleza no hay democracia, no hay candidatos ni elecciones; manda el más fuerte y punto. No hay justicia ni jueces; no se encarcela a nadie, ni se ejecuta al asesino por muchos crímenes que haya cometido.

Y así seguimos, de fracaso en fracaso hasta nuestros días, incluso en una ciudad tan civilizada como es la de Ourense. “Pois sí”. Lo que sería lógico y sencillo en democracia; elegir a las personas adecuadas para que lleven los mandos, se convierte en una tarea complicada y difícil porque muchas, no todas, eso sí, de las personas que se presentan a las elecciones, en unos casos, no son las que tienen las condiciones ni la preparación necesarias para ejercer el mando, y en otros casos, porque han visto en la política, el único modo de encontrar una confortable colocación para él, para ella, su familia o su empresa, y los electores no sabemos distinguirlos a la hora de ejercer nuestro voto.

En cuanto al otro invento; la justicia, también debiera ser una buena idea; una persona sensata, preparada, seria y neutral, que decide si una cosa está bien, y otra está mal, que a éste lo metemos en chirona y al otro lo dejamos en libertad, pero ahora va, y se reúnen nueve eminentes juristas, que se han pasado la vida estudiando todas leyes habidas y por haber, que no han hecho otra cosa en toda su vida y se ponen a votar, y la mitad dicen que es culpable, y la otra mitad, más o menos uno, eso sí, siempre al medio, dice que es inocente. Y en esa estamos.

Viendo el fracaso de estas dos ideas, los primeros pobladores incorporaron otro nuevo invento que parecía definitivo: La religión, que, a primera vista, resolvía todos los problemas. No hacían falta elecciones, candidatos, campañas, diputados ni parlamentos; el rey, el caudillo o el jefe de la tribu, con poderes absolutos, eran elegidos por la gracia de dios.

En cuanto a la justicia, también estaba todo resuelto; las leyes naturales se cumplen siempre, no hay excepciones, indultos ni clemencias, la pena de muerte está vigente y se aplica todos los días al que se salta la ley de la gravedad, centrífuga o de la inercia, no hacen falta jueces, cárceles, policías, interrogatorios, testigos ni pruebas. El malo, (lo es casi siempre, Judas, no más, afortunadamente para ellas, en esto no hay paridad) solía arrepentirse amargamente de su fechoría. Padre, no madre (aquí no se dan explicaciones), yo me acuso.

Bastaba un cura y un confesionario.

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