Opinión

Mejor que haya sido un rayo

Las primeras  informaciones  sobre  el origen del  dramático incendio que recientemente  asoló grandes zonas del centro de Portugal y que  causaron  la muerte de 64 personas,  nos hablaban  de que había sido un rayo  el que lo había provocado,  posteriormente los bomberos portugueses pusieron  en duda esta versión argumentando que el fuego se había iniciado dos horas antes de haberse producido  una    tormenta seca que  había afectado a  aquella  zona.  Ahora, hasta las tormentas  son vanas, ya no son lo que eran,  ya  no traen  ni  agua, solo rayos, la  Naturaleza, y eso que la llamamos madre, no sabe ya lo que ha de  inventar para hacernos sufrir pero,   contrariamente a lo que  sucedería con cualquier pirómano que sorprendiéramos  aquel caluroso día en  Pedrógao Grande plantándole fuego al bosque ,  con el rayo no nos metemos, no  le hacemos nada, ni  lo intentamos siquiera,   ni subsidiariamente a la  madre Naturaleza  que, al fin y al cabo,  es  su  jefa  y la que manda en  esos fenómenos  eléctricos, nada,   ni un triste expediente sancionador con todos los recursos y garantías que protegen al delincuente en nuestro ordenamiento jurídico. ¿Por qué? 

Sencillamente,  porque no le podemos físicamente,   porque la base de la justicia humana  se fundamenta  precisamente en poder ejercer la fuerza para obligar al que ha producido un daño,  a resarcirlo,  y por  eso los encargados  de hacer cumplir las  leyes tienen que ser más fuertes para, en caso de resistencia, poder reducirlos y ponerles las esposas;    pero  aquí no, ni se nos ocurre,  nos resignamos ,  por eso decimos que estamos ante un caso de  fuerza mayor, y no solo no pedimos responsabilidades, ni siquiera  le hacemos   un simple reproche por  tantas calamidades que sufrimos  día tras día;  huracanes,  volcanes, terremotos,  tsunamis, sequías e inundaciones, nada, nada,  al contrario, encima nos sentimos culpables de  estos desastres naturales  admitiendo que  son producto del cambio climático y que éste  es  por culpa nuestra, por  nuestros excesos contaminantes,  por  nuestra sucia actividad,  por nuestros gases de efecto  invernadero que todos llevamos dentro,  cierto que algunos más, eso sí,  no solo las vacas,  por  nuestras fábricas y nuestros   motores,  en fin,  que somos unos desgraciados, que nos lo merecemos, vaya;   algo  así,  salvando las distancias y la barbaridad, como  si una  mujer  violada se pudiera sentir  culpable porque  ese  día llevaba  minifalda.

Entiendo un poco al Donald Trump, solo un poco, él  no cree demasiado, bueno,   no tiene pinta de creer   en muchas cosas;   en esta historia del cambio climático, sobre todo  no cree en las soluciones que la cumbre  de París había   previsto para frenar el calentamiento global que evidentemente  estamos padeciendo,  y es que  lo  que proyectaron en esa cumbre climática está basado en el dinero, mucho dinero, cual si fuera  una reunión de nuevos  ricos que piensan que todo lo pueden  comprar y en muchos casos  puede ser  así,  y  en otros no, pero estamos acostumbrados a que todo el mundo sabe perfectamente lo que hay que hacer, todos saben como se solucionan los problemas y ninguno duda ¡Vaya por dios¡ ¡Cuánto echamos de menos un poco de sensatez y humildad¡.  El  Donald está tan seguro  de que va a solucionar la inmigración levantando un muro en la frontera mexicana,  como el Pedro Sánchez  lo está  de que termina con el paro  y con todos los problemas  tumbando la reforma laboral de Rajoy  y de paso, a Rajoy,  pero lamentablemente,  y porque esta música ya la hemos oído antes,  sabemos que, por desgracia, una cosa es hablar, hablar  y  prometer, y  otra es conseguirlo.

Por eso el homo sapiens,   desde la noche de los tiempos, ante la impotencia de poder hacer frente a tantas  catástrofes, calamidades, pena infinita,  angustia, lágrimas,  muerte, muerte,  muerte, inventó las religiones para,  al menos, poder rezar por  los difuntos. Réquiem.

 Mejor que haya sido  un rayo y no un imbécil  incendiario,  aunque al final es lo mismo.  Condolencias para nuestros  hermanos  portugueses.  Tristeza nao tem fim.

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