Opinión

Ni París ni Dakar, sólo una bonita locura

Napoleón, con su expedición a Egipto, marcó el camino de los franceses hacia el continente africano, de la misma forma que Cristóbal Colón lo hizo con nosotros, sobre todo gallegos, hacia las Américas. Y si no que se lo pregunten, entre otros, a Manuel Carballo que, por la frecuencia de sus viajes, tendrá que concentrarse cada mañana para saber si se está despertando en Ourense o en Santiago de Chile, y que caminará, más bien volará, el resto de su vida con su corazón “partío” entre sus dos queridas patrias dudando tal vez en que lado del océano quedarse en el último viaje, confesando haber vivido como el chileno de Isla Negra, dejando marcada y profunda huella personal y empresarial desde hace muchos años en el país andino, sin dejar de recordar siempre con morriña a su Ourense cuando está allí, y sin poder olvidar su entusiasmo por el espíritu emprendedor americano, cuando está aquí.

Thierry Sabine, nacido en las cercanías de París, era un aventurero que siguiendo con esa tradicional llamada de África que tantos franceses profesan, cumpliría ahora 67 años si no se hubiera estrellado con su helicóptero supervisando la edición del rally en el año 1986. Anteriormente ya estuvo a punto de morir, en el año 1977, después de estar dos días perdido sin agua y sin víveres en el desierto libio del Teneré durante una travesía en moto por aquellos parajes. Milagrosamente fue rescatado al límite de sus fuerzas y pudo regresar a casa. Con estos precedentes, la mayoría de la gente que se hubiera encontrado en esas circunstancias, no volvería a pisar nunca más la arena, a no ser que fuera la de una acogedora playa del Caribe o del Mediterráneo; pero para este aventurero francés, esta peligrosa aventura en el desierto que casi le cuesta la vida fue el aliciente que le inspiró el proyecto de fundar y poner en marcha el rally más famoso y más duro del mundo, cuya primera edición fue la del año 1979 con salida en París y llegando, después de atravesar todo el norte de África a toda pastilla, a las inmensas playas de Dakar. Habrá pocas locuras que podamos hacer los humanos que puedan superar esta sensación de llegar al mar después de haber pasado tantas calamidades por el desierto.

Por eso un campéon de estos deportes, da igual que sean rallys, raids, velocidad, etc., nunca podrá hacer ese tipo de declaraciones estúpidas como las que tenemos que escuchar a tantos otros deportistas, sobre todo futbolistas, porque saben que todo se puede venir abajo en cualquier momento. No hay más que comparar la sensatez de lo que dice un campeón como Carlos Sainz, aunque vaya ganando, ya no digamos cuando, resignado, se rinde ante la adversidad, con lo que dice, pongamos por caso, otro deportista de élite como por ejemplo el futbolista Piqué. Nada que ver.

Durante los siguientes años, con distintas variantes en su recorrido, el rally se siguió celebrando en los primeros días de enero por tierras africanas, hasta que en el año 2008 se suspendió por primera vez por las amenazas de Al Qaeda que ya, por aquellas fechas, creo que en Mauritania, se habían cargado a cuatro turistas franceses. Esta gente, precursora de los resentidos talibanes, yihadistas y demás fanáticos -que ahora nos amenazan cada día con sus siniestros videos en los que, amparándose en sus creencias mal llamadas religiosas, justifican toda clase de crímenes y secuestros-, hicieron que los organizadores actuales del rally, más bien raid, hayan trasladado al continente suramericano, muy lejos ya de su París-Dakar y de los desiertos africanos, la continuación de esta mítica carrera disfrazada de aventura o tal vez de locura.

Desde el año 2009 este rally se corre partiendo de Buenos Aires con distintos recorridos por los países vecinos de Argentina, en función de los apoyos y de las diferentes propuestas financieras que le ofrezcan porque esto, además de una carrera-aventura, también es un negocio.

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