Opinión

Para locos de atar

Viendo las declaraciones de Prigozhin, el jefe de la Wagner, ese esperpéntico ejército de mercenarios paramilitares que luchaban en la primera línea del frente en la guerra de Ucrania, no puedo evitar relacionarlo con la locura, ese síndrome o enfermedad que, en principio, padecemos todos, dependiendo únicamente del grado de afectación y, sobre todo, del cargo que se ostente, porque no es lo mismo que esté loco el que conduce un coche, que, por supuesto, puede hacer mucho estropicio, pero no es comparable a la catástrofe que puede ocasionar cuando esa locura invade al que tiene poder sobre un ejército con tanques, helicópteros y aviones de combate.

Siempre será un misterio el saber la razón del porqué la naturaleza no nos ha proporcionado un signo externo o interno, o en los dos sentidos, que nos hiciera saber que una persona está afectada hasta las trancas de esta terrible enfermedad que es la locura. Al contrario de lo que hace con el cáncer, el infarto o un simple dolor de muelas, que inmediatamente, por medio del dolor, la fatiga o la fiebre, lo obliga a quedarse en casa, o en el hospital, cuando no lo deja fuera de combate de repente mandándolo al cementerio.

Sería una gran ayuda para todos, incluso para el que la padece, el saber que un señor o una señora están afectados por la locura, y de esta forma poder pedir una baja laboral por esta enfermedad, de la misma forma que lo hacemos por una gripe o un lumbago. Doctor, deme la baja porque estoy loco de atar, no quiero aparecer mañana por la oficina no sea que la liemos. Pero no, al contrario, no tenemos posibilidad alguna de que esto se produzca porque, por alguna razón que se nos escapa, la naturaleza los protege y no nos permite identificarlos, es más, es la única enfermedad que no solo no se admite, se niega; loco lo será usted, al contrario con lo que pasa cuando tenemos otro cualquier problema físico: tengo un trancazo… no siento las piernas… hoy no me puedo levantar… 

El problema más importante es que, con el permiso de la naturaleza que no ha querido identificar a los afectados por este síndrome o enfermedad ( con lo fácil que le hubiera sido hacer que a los locos y locas les diera unos grados de fiebre, o le saliera un granito en la nariz, o un sarpullido, por ejemplo; pero no, los deja que estén pletóricos y en plena forma), se apuntan cada vez más a cargos de relevancia que tradicionalmente eran ocupados por gente sensata que no estaban afectados o lo estaban en grado mínimo. Ahora vemos cada día más, cómo se presentan a las elecciones, mezclados con personas que lo hacen dignamente y por vocación, para que los elijamos alcaldes, diputados o presidentes, personas que, entre nosotros, y sin acritud, tendrían que írselo mirando.

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