Opinión

Phishing

Más aún, no es solo que lo sustituya, es que utilizando el idoma inglés, al menos en algunos casos, nos da la sensación de que le concedemos más categoría. Por ejemplo: aquí, entre nosotros, la palabra alquiler, arrendamiento, inquilino o similar, en muchas ocasiones tiene un carácter negativo, cundo no peyorativo, hasta el punto de llegar a considerarlo como una carga a la hora de valorar un inmueble, y muchas veces lo ha sido, en contratos de arrendamiento anteriores a la Ley Boyer, después ya no, después el problema ha venido cuando se le fue el inquilino que, ya por fin, después de tanto tiempo, descubrimos que se trataba de un cliente. Vaya, vaya. Lo mismo pasa con los automóviles, si alquilas uno, vas de pobre, pero amigo, si haces un renting, ya parece que es otra cosa, otro nivel. Curioso.

Ladrón, estafador, caco, atracador, son palabras que definen a un sujeto, casi exclusivamente masculino, que se dedica a conseguir el trasvase de capital de una cuenta o cartera de una persona o entidad directamente a su bolsillo, valiéndose de los sistemas y utensilios que cada figura delictiva requiere; unas veces, el engaño y la mentira, y otras veces, ya sin disimulo y con más contundencia, una pistola, un cuchillo o la herramienta adecuada.

Cualquiera de estas palabras suena fatal en nuestros idiomas, pero si te lo montas con un phising (de pescar) nos puede dar la impresión de que el asunto ya no es tan grave. Estos tíos, los sajones, siempre han sabido disimular las cosas, no es lo mismo ir al contundente y casi sonoro retrete, que ir al wáter (agua), no sé si me explico. Lo de phising, va de enviar múltiples correos ofreciendo generalmente una oportunidad, en busca de que alguien pique y te dé los datos de su cuenta o de su tarjeta para poder entrar a saco en ella.

Esto debiera hacer recapacitar a todos esos ingenuos dirigentes, tan abundantes en estos tiempos, que piensan que las cosas se consiguen a base de imposiciones, decretos y multas, empeñándose en regular nuestra existencia, dándonos lecciones todos los días de cómo tenemos que vivir y cómo debemos actuar, diciéndonos, más bien ordenándonos, lo que tenemos que comer, el lenguaje que tenemos que utilizar, cómo tenemos que viajar o qué juguetes tenemos que comprar a nuestros hijos o, ya puestos, pero en otra dimensión, cómo un gallo debe comportarse con sus gallinas sin dar el espectáculo habitual que viene dando el jodido desde tiempos inmemoriales, y encima, al terminar, en lugar de fumarse un cigarrillo se pone a cantar, todo chulo, como si nada, el muy gilipollas: Kí ki ri kí, kí, kí, ri. Kí.

Esto tendremos que arreglarlo algún día, investigaremos la mejor fórmula, pero no podemos consentir que las gallinas sigan siendo humilladas cada mañana temprano, si hiciera falta, ya metidos, nos montamos un ministerio. Le buscaremos un nombre.

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