Opinión

Progreso, dignidad y belleza

Me incordia un poco cuando cualquier político pretende apropiarse de ciertas palabras, repitiéndolas hasta la saciedad en sus discursos, cartas, tuits o cualquier otro sistema de comunicación, dando a entender que los que no forman parte de su club no saben de que va el tema, no solo eso, sino que además carecen de esas cualidades, es decir, y en este caso por el mismo orden, no son progresistas, no tienen dignidad, y encima son feos. ¡Vaya por Dios!

En una carta que dirige Pablo Iglesias, el líder de Podemos, a su militancia, juega con estos términos: progreso, dignidad y belleza, tratando de encontrar solución a los problemas surgidos en su partido. Esta gente se sienten tan distinta y tan distante del resto de los ciudadanos que piensan que sus problemas son también únicos y diferentes cuando, por lo que podemos observar fácilmente, vemos que sus divergencias internas son muy similares a las que surgen en el seno de cualquier otro partido político, club, asociación, congregación, o comunidad de vecinos.

No debemos sorprendernos demasiado ante las dificultades de entendimiento entre los representantes que tenemos los millones de ciudadanos de nuestro país/países en el Parlamento, cuando entre pequeñas comunidades, incluso en caseras reuniones de amigos o familiares, no nos entendemos. A lo mejor es también por el cambio climático, vete tú a saber. Desde pequeñitos nos enseñaron a distinguir entre buenos y malos. Esto lo tenía muy bien organizado la Iglesia. Los buenos iban al cielo y los malos al infierno, los niños, angelitos, incluido los negros; no como en otros sitios donde había racismo; siempre iban al cielo en España, .

Durante largo tiempo estuvo perfectamente claro quien eran los chicos buenos y quien eran los malos. Ya no digamos nada de la distinción entre las chicas buenas y las malas, estaba clarísimo, saltaba a la vista porque hasta vestían diferente. Pero después la cosa cambió, llegó la época de la gran confusión, empezamos a ver como los trajeados comulgantes podían ser unos perfectos cabrones sin escrúpulos pero que también se iban al cielo porque habían hecho un acto de perfecta contrición a última hora. Empezaron las dudas, los curas ya no tenían tan claro a quien bendecir con el hisopo del agua bendita. Mi tío, hermano de mi madre Pastora, el gran cura de Barbadás por tantos años, Don Serafín López, el del “Biscúter”, que se murió en acto de servicio, ya no tenía tan claro que fuera pecado mortal el bailar agarrado en la fiestas de San Roque. Dependería ya de las distancias guardadas en el arrime y el control del apetito carnal.

Mi otro tío y padrino, Ramón López, caballero educado como ninguno, ceremonioso, maestro de Bentraces y después de Carballeda, que casó con Marujita Eire, ya no estaba tan seguro si el haber sido alférez provisional en la gran cruzada, había servido para algo y lo único que recordaba de aquella triste guerra era una canción que entonaban en las trincheras de Cuevas del Almanzora, allá por Almería y que hoy diríamos que tenía una letra un tanto machista y que me cantaba, (los de Bentraces siempre cantaron bien) cuando íbamos en el Seat 600 vendiendo, por Lalín y Santiago, el vino de Bodegas Casas, (por el abuelo Eladio), en el Veintiuno, posteriormente Bodegas Arnoya.

“Yo me enamoré del aire, del aire, y del aire.

Yo me enamoré del aire, del aire de una mujer.

Y como la mujer es aire, es aire y es aire.

Yo me enamoré del aire, y con el aire me quedé”.

Pasado un tiempo la confusión llegó a los más alto, hasta el infinito y más allá. Ahora ya no se va al cielo, ahora se toma por asalto y además, de la mano del papa Francisco, compañero de barricada.

Que los Dios/dioses, nos cojan confesados.

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