Es posible que fuera en este orden el descubrimiento, o el invento, que viene a ser lo mismo, que hicieron los primeros humanos que habitaron nuestro planeta, aquellos que definimos como los homo sapiens y señora, no sea, para diferenciarlos de las demás especies de animales con las que compartían los valles y las llanuras, los ríos, mares y montañas de aquel convulso, azaroso y complicado mundo porque esto del cambio climático y sus catástrofes ya viene de lejos.
Después siguieron descubriendo e inventando cosas; la agricultura, la ganadería, los metales, la rueda, las máquinas, el tren, los coches.. pero es lógico que el primer invento fuera la religión porque sería la única manera, mejor dicho, el único consuelo que nos queda, para tratar de encontrar alguna explicación ante tanta desgracia, ante tanta injusticia, ante tanta estupidez con la que estamos obligados a convivir desde el día en que nos hemos inscrito, mejor dicho, que nos han inscrito sin consultarnos ni pedir nuestra opinión, en esta carrera de la vida, porque de esta forma podemos pensar que, aunque en esta vida no encontremos la explicación ni menos la solución a tanta miseria y a tanta mierda, si somos creyentes en alguna religión, (porque de una u otra forma, todas tienen soluciones para el más allá) la vaina esta de la vida puede arreglarse y puede contribuir a que te despidas de este mundo sin tanto cabreo.
El invento de la política surge cuando los y las, ( no sea, otra vez) sapiens, no creen demasiado en la religión, no creen en los milagros ni creen en que ese ser superior, ese dios, ese profeta, ese chamán les va solucionar sus problemas, dejaron de rezar, dejaron de hacer rogativas y pensaron que, eligiendo bien a sus representantes, podrían arreglar todos los problemas.
SI cumpliéramos los preceptos de una buena religión, (porque las hay malas, eso sí, aunque no lo admitan) no hacen falta políticos, ni policías ni jueces. No tenemos más que fijarnos en nuestro caso y en nuestra religión mayoritaria. Los grandes escándalos protagonizados por personajes públicos, no hace falta nombrarlos, están en la mente de todos, desde las más altas instancias, hasta el más humilde funcionario, fundamentalmente los de la corrupción y los de la bragueta, no se hubieran producido si se hubieran respetado sus mandamientos.
El principal problema que tienen ambos inventos es que la religión se basa en los milagros y la política en las promesas, pero en los dos casos es necesaria la fe y esto es lo que nos va faltando cada día que pasa, porque no vemos que las cosas vayan mejor.
Y no van mejor porque, una vez descartadas las soluciones sobrenaturales, nos comportamos con la política como lo hacemos con la religión, como unos sectarios, incapaces de admitir los errores, no cambiamos de santo como no cambiamos de partido, hagan los que hagan, digan lo que digan o mientan lo que mientan, cuando lo que necesitamos es saber elegir a los que sepan, puedan y quieran solucionar nuestros problemas de cada día. Es como si tuviéramos que votar para elegir a un piloto que nos va a llevar en su avión, o a un cirujano que nos va a operar de corazón y elegimos a un borracho, simplemente, porque es de nuestro partido, o de nuestra religión.
De la misma forma que valoramos, buscamos y, cuando podemos, sabemos elegir a un mecánico, un médico o un fontanero para que nos solucione una avería en nuestra casa o en muestro ordenador, con mucho más motivo tendremos que saber elegir a nuestros políticos y por favor, no me insulte diciéndome que es usted progresista, de derechas, de izquierdas o de centro, guapo, guapa, intelectual, patriota, del Barcelona o del Madrid, porque lo único que le pediría es que sea usted educado y sepa resolver los problemas que tenemos que son muchos y muy variados.