Opinión

Si no votas..., también votas

Parece una contradicción, pero pretendo decir que una vez que nuestro DNI está en el censo, el hecho de que votemos o no votemos, tendrá, de todas formas, repercusión directa en el resultado. Llegado el tiempo electoral es frecuente leer y escuchar declaraciones de gente que dice que no va a votar, exponiendo a continuación, una serie de razones tratando de justificar su postura y en muchas ocasiones y en cierto modo, intentando darnos unas lecciones de como tendríamos que proceder los demás.

Frecuentemente, los motivos que suelen exponer para desertar de las obligaciones democráticas que todos tenemos por el mero hecho de ser titulares de un derecho a elegir a nuestros representantes políticos, al formar parte del conjunto de ciudadanos que integran una nación, región, ayuntamiento o comunidad de vecinos, y no acudir a las urnas cuando toca, se refieren a que no están de acuerdo con el funcionamiento del sistema , y el no participar en las elecciones, es su manera de expresar su protesta y disconformidad. 

Pero el problema está en que, tanto si votamos, como si dejamos de hacerlo, participamos en las decisiones que se tomen. SI en una comunidad de vecinos, que es el ejemplo más simple del funcionamiento de una democracia, un porcentaje de vecinos, que suele ser el 50%, acuerda pintar la fachada de gris, la otra mitad, seguramente votará que lo quiere pintar de color crema, no faltando los dos o tres de siempre que lo querrán de amarillo, inevitable. Esto es así en todas las cosas y circunstancias, parece casual, pero no lo es en absoluto, esto lo tiene así organizado la naturaleza, o para los creyentes Dios, el Creador, Hacedor, Profeta o quien corresponda, y se da en todos las consultas, ya sea a la hora de votar en un parlamento entre las llamadas fuerzas de izquierdas o derechas, en un referéndum para la independencia , o para un “Brexit”, da igual, siempre será así; al 50 euros, está organizado así, qué le vamos hacer; como la salida del sol, la rotación de la tierra o la vida y la muerte, por eso, cundo tenemos la oportunidad de influir por medio de nuestro voto en una de las pocas cosas que podemos hacerlo, no debemos dejar que los que tienen las ideas muy claras, decidan por nosotros.

Todos tenemos razones suficientes para estar desencantados con el sistema, bueno, tal vez no todos, porque los que viven directamente del tinglado, se puede decir que les va bien, porque por muy mal que lo hagan, no cumpliendo con los mínimos exigidos a cualquier actividad, en el caso de los que se dedican a estos menesteres de la política, podemos comprobar que siguen cobrando puntualmente sus buenas dietas y salarios como si cumplieran perfectamente sus objetivos, es decir, desde el punto de vista estrictamente laboral, podemos afirmar que no es un mal trabajo, sobre todo en estos tiempos de precariedad económica. 

El próximo domingo día 10 estamos convocados a las urnas otra vez, hay mucha gente desmoralizada, da la sensación que el sistema democrático está agotado, no tenemos más que ver las dificultades del parlamento británico, paradigma de la democracia moderna en muchos siglos, para entenderse, pero si algo tenemos claro es que no hay otra alternativa. Como nos recuerda el libro de Eric Vuillard “El orden del día” que me regaló recientemente un amigo, cuando se intenta cambiar las cosas por otros medios, como en aquella famosa reunión de Hitler del 20 de febrero de 1933 con una veintena de importantes empresarios alemanes para financiar el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán y solucionar los problemas de la época, y ya sabemos en que terminó aquello. Así que intentemos acertar con nuestro voto, no hay otro camino; o elecciones, o caudillos por la gracia de Dios…, o del dinero, y no sé lo que será peor.

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