No tengo más remedio que referirme a mi artículo de la pasada semana, pido perdón por ello, no era mi intención, pero necesito contestar a quien dice conocerme desde hace muchos años aunque no se identifica, pero eso no le impide ponerme a caldo por el contenido del citado artículo del pasado martes, en el que, entre otras tonterías, yo solo, solito, sin consultar con nadie, decía, más o menos: “Si te predican que lo bueno empieza cuanto te mueras, créetelo suavemente como hacemos muchos cristianos que esperamos ir al cielo…” Bien, yo no sé si este lector será cura, político, médico, ingeniero, imán, maestro, capitán o soldado, pero me dio la sensación de que era de esos que tienen las cosas muy claras, se le notaba un poco indignado sobre todo por lo de la suavidad, me dice un poco alterado, que lo de las creencias no es cosa de broma, que se cree o no se cree, vamos, que lo de la suavidad está bien para los detergentes pero que en este asunto no procede.
Tengo que reconocer que dudé en el calificativo, pero sigo sin encontrar otro más adecuado sin tener en cuenta que iba a entrar en competencia con los detergentes, lo que pretendía expresar con esto de la suavidad, es simplemente el temor, mejor dicho, el pánico que, sobre todo los de nuestra generación, tenemos a esas verdades consagradas, afirmaciones infalibles, adhesiones inquebrantables y principios fundamentales que tanto hemos tenido que soportar desde nuestra más tierna infancia y que al cabo del tiempo compruebas que lo verdaderamente fundamenta ylo que de verdad nunca te falla, es que vivas, que te despiertes por la mañana, que respires, camines, comas, ames, rías, llores, comprendas, respetes y demás cosas y circunstancias que nos han acompañado desde el día en que hemos tomado la salida en la carrera de la vida, lo demás; lo ideal, transcendental, inmenso, divino, patriótico, sobrenatural y vecinos, bien, de acuerdo, vamos con ello, lo entendemos, lo respetamos, si se tercia, lo acompañamos y si también hiciera falta, lo compartimos, pero por favor, sin agobios ni conversiones, salvaciones, infiernos, paraísos, fanatismos, sacrificios, desafíos, guerras ni muertos.
Porque suavidad se parece a tolerancia, educación, comprensión, respeto y/ o tal vez, duda, si, eso de dudar, que tanto se echa de menos, porque sigues viendo a esta gente que no duda ni por un momento en que su referéndum, por ejemplo, es la única opción, están seguros, no tienen otra alternativa y no podemos evitar el recuerdo de otros tiempos y de otra gente que tampoco dudó, pero que debía haberlo hecho, antes que organizar una invasión, un alzamiento o un atentado en defensa de su única verdad, de su ideal o de su paraíso, da igual, son cosas muy diferentes, de acuerdo, pero es la misma terquedad, la misma intransigencia, el mismo fanatismo, el caso es que no fueron capaces de ver que había otras opciones, pero que el paso del tiempo demostró que las había, y mejores, con menos desafíos, proclamas, provocaciones, banderas y, sobre todo, con menos muertos.
Por eso desde la suavidad y desde la duda, seguiremos adelante creyendo en ideales, religiones, ateísmos, dioses, profetas, adivinos, patrias y demás, pero sin profundizar; si pienso, dudo, decía, entre otros el Agustín, ese que después lo hicieron santo porque supo rectificar a tiempo, como estamos dispuestos a hacerlo al primer síntoma de que nos hemos equivocado, como cuando dije que “Chucheta”, la perra de Antonio Blanco, era viejita y gordita, me rebatió lo de viejita, solo tiene cuatro años, perdón, de lo de gordita no me dijo nada, tal vez porque estén pensando en adelgazar, ambos, dando paseos por la playa, mientras tanto seguiremos con nuestras cosas viendo como se pasa la vida entre pacíficos y exaltados, educados y faltones, solidarios y matones, suaves e intransigentes. Tal vez por aquí, por esta sufrida tierra, sepamos bien de que va eso de la suavidad, a lo mejor no es tanta casualidad que el conjunto musical más famoso de Ourense, el de los Yosi y Cía, se llame Los Suaves.