Opinión

Solo los viejos somos libres, relativamente y con reparos

Quizás porque algunas veces me refiero en mis artículos a temas relacionados con distintos proyectos que afectan directamente a nuestra comunidad, tratando de encontrar la mejor solución para que estas actuaciones públicas sean las más acertadas posibles con los intereses de la gran mayoría de los ciudadanos, recibo con frecuencia algunas recomendaciones de amigos y también desconocidos, que me dicen: tienes que escribir sobre esto, o sobre aquello, casos puntuales que les afecta directamente y que no están de acuerdo con los proyectos previstos, pero que tienen las llaves del BOE que los pueden hacer posibles.

Veo que la gran mayoría de los que me llaman o escriben sobre estos asuntos pertenecen al club de los mayores, de los viejos, de los que le toca ya la vacuna, para entendernos, no sé si porque son los únicos que intentan mejorar algo las cosas o, simplemente, porque los demás ya están resignados con lo que les venga en suerte y, además, no pueden hacer otra cosa que seguir las directrices que les marcan, porque de ello depende el que puedan seguir cobrando puntualmente.

Por eso los viejos somos un poco más libres de poder dar una opinión sobre un proyecto que no nos guste, porque no tenemos una nómina que nos condicione y no dependemos de lo que nos proponga nuestro jefe o nuestro partido, que pueden tener intereses en que salga adelante un proyecto aunque resulte aberrante y perjudicial para la comunidad, pero que para ellos, porque tienen compromisos, inversiones, créditos o constructoras, necesitan consumarlo. Este es el gran problema que tienen los políticos, que son los que tendrían que buscar la mejor solución para poder elegir el mejor proyecto, pero que no son libres a la hora de emitir su voto, por la sencilla razón de que viven de ello.

Concretamente, un jubilado de Renfe me hace unas precisiones sobre lo que yo escribía hace unos días en relación con la comunicación ferroviaria entre Ourense y Vigo, ya que era una ruta que él, me dice, conoce muy bien ya que la hacía casi casi todos los días y no puede entender que se gaste dinero en hacer estudios para encontrar el mejor trazado para unir las dos ciudades, cuando lo único que hay que hacer es reacondicionar el actual, eliminando las muchas curvas que tiene. Son apenas cincuenta quilómetros hasta Guillarey que es el punto en el que enlazaría con el previsto AVE portugués, Oporto–Vigo, con lo que quedaría resuelto el problema de la comunicación ferroviaria entre Ourense y Vigo.

Es decir, a diferencia de otros proyectos ferroviarios absurdos, caros, perfectamente prescindibles y, sin lugar a dudas, perjudiciales para la gran mayoría de los ciudadanos y para su entorno, excepto para aquellos pocos que puedan tener intereses concretos en su ejecución, este reacondicionamiento de las vías por el valle del Miño hasta Guillarey sería una obra sensata, lógica y urgente que resolvería el problema de la precaria y arcaica comunicación ferroviaria entre Ourense y Vigo. Además de poner Oporto a una hora. Sería un lujo de proyecto. De verdad, seamos sensatos, no defiendo otros intereses que no sean buscar el bien común, simplemente. Señores de Adif, Renfe, Ministerios, Xunta y quien pueda interceder o intervenir. ¿No podíamos darle otra pensada? O, por lo menos, ¿hay alguien de por ahí, de los que manejáis el cotarro trilero, que pueda, al menos, darnos una explicación, algo que tenga algún sentido, incluso “sentidiño”? Amigo jubilado ferroviario, no te rindas, insiste, hazte oír, me tienes a tu disposición. No podemos ser cómplices por nuestra dejadez.

El problema de la democracia es que cuando los que puedan tomar decisiones acertadas no son libres de hacerlo porque su sueldo puede estar en peligro, no hay más que ver un debate sobre emolumentos en un pleno municipal, la ventaja de los viejos es que ya no tenemos sueldos. En otros tiempos, ¿de dónde viene lo de Senado? Pues eso, como diría el otro, se contaba con ellos, ahora, para nada, como si no fuéramos capaces de decir las chorradas que dicen ellos, o incluso superarlas.

No tenemos alternativa para la democracia, no hay otro camino, pero tenemos que conseguir mejorarla, porque cuando un político se siente provocado por una bandera que llevan los manifestantes en un barrio que se cree que es suyo, es lo mismo que cuando un violador se siente provocado por una minifalda.

 La democracia liderada por los jóvenes no está funcionando bien. Tendremos que arreglarla los viejos.

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