Opinión

Todos tenían sus razones, pero no todos tenían razón

Érase una vez un día en el que, cuando había manicomios, cuatro locos lograron escaparse de uno y tenían preparado un coche para iniciar la fuga, pero ese coche no tenía ruedas, mejor dicho, cada uno de los locos tenía una rueda que la debía aportar para poder iniciar la escapada hacia la libertad. Se pusieron dos de acuerdo y se las incorporaron al coche, pero los otros dos dijeron, de eso nada, nosotros votaremos en contra de aportar nuestras ruedas, no podemos con una mano exigirle al conductor responsabilidades por sus corruptelas y con la otra mano ayudarle con nuestras ruedas a que pueda poner el coche en marcha, pero eso sí, le exigimos que inicie el viaje y nos saque de aquí cuanto antes.

Cuando el conductor les dice que sin sus ruedas no puede ponerse en marcha, les contestan; nos está chantajeando. En esta discusión se pasan el tiempo sin llegar a un acuerdo para poder iniciar su viaje. ¿A qué les recuerda esto?

La historia está llena de situaciones de enfrentamientos en los que sus líderes intransigentes han llevado a las masas a la hecatombe pero eso sí, todos convencidos de que su actuación era la correcta y la única posible para salvar a sus respectivas patrias.

Sé que si mencionara nombres como Hitler, Stalin, Franco, Mussolini, Pinochet, Gadafi, Sadam Husein, etc., mucha gente se ofendería, pero el denominador común de todos ellos es que cada uno estaba completamente seguro de que lo que estaba haciendo era lo mejor para su gente y para su país. Así uno no dudó en invadir Polonia e iniciar una guerra mundial porque al pobre no se le ocurrió otra idea mejor para crear un mundo más inteligente, más sano y más guapo. Otro, se levantó por la mañana y después de un buen desayuno, se dijo, voy a invadir Kuwait, tiene mucho petróleo, preparo mis cañones y mis tanques y me voy "pallá", y así sucesivamente.

No quiero seguir con más ejemplos, sobre todo los más cercanos, los más tristes, los más sangrantes, los que todavía, a pesar del tiempo transcurrido, da la sensación de que no han cicatrizado las heridas, de que no hemos aprendido de los errores pasados y que nuestras diferencias de hoy, en el Parlamento de hoy, bien pudiera argumentarse con los mismos discursos y con los mismos razonamientos que exponían los diputados Indalecio Prieto, José María Gil Robles, Manuel Azaña, Martinez Barrio, Lluis Companys, etc., en las sesiones del Parlamento de la República en el trágico año de 1936.

Todos tenían sus razones para que su intransigencia desembocara en nuestra dramática guerra civil que hizo que los azules que fusilaban en Granada o Badajoz, estaban tan convencidos y tal vez orgullosos de sus actos, como lo estaban los rojos que fusilaban en Barcelona o en Paracuellos del Jarama. No había más luces. Réquiem por todos ellos, réquiem por todos nosotros.

Todos tenían sus razones, pero no todos tenían razón, es más, en la mayoría de los casos, ninguno tenía razón, porque tal vez la naturaleza, el sino, el dios, el destino, y vecinos, habían trazado otro camino de antemano.
 

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