Opinión

La tregua de Navidad

Recordando aquella famosa y expontánea tregua de la primera guerra mundial, en la noche del día 24 de diciembre de 1914, cuando soldados alemanes e ingleses salieron de sus trincheras cantando el famoso villancico “Noche de Paz”, celebrando así la Navidad entre los combatientes de ambos frentes, haciendo un paréntesis en aquella guerra interminable de trincheras, en muchos casos, con apenas treinta metros de separación, en las proximidades de la frontera franco- belga, llegando a jugar un partido de fútbol entre soldados alemanes e ingleses. También nosotros, en estos momentos de tanta incertidumbre y confrontación, debiéramos darle una oportunidad a la paz en todos los niveles, no solo en el ambiente de la política, donde unos y otros son incapaces de reconocer sus errores insistiendo en sus planteamientos sin considerar otras opciones, sino también a nivel de la calle, donde da la sensación de que nos hemos contagiado del mal talante de nuestros dirigentes, ya sea a nivel nacional como local.

Mi amigo Carlos Martínez Escamilla cuelga un mensaje en su “ face”, dando una solución para evitar contagiarnos con motivo de los desplazamientos y celebraciones tradicionales de estas fiestas navideñas. Consiste en que todos aquellos que no creen en la Navidad, que no hace falta mencionarlos, que no la celebren, simplemente, con lo que, por lógica, se evitarían muchos viajes-contactos–contagios. Por similar razonamiento, podríamos extrapolarlo a que todos aquellos que no creen en nuestro país, en nuestra Constitución, cultura y sistema de vida, se abstengan de participar en nuestras instituciones y menos aún, vivir de ellas, hecho que se produce, bien retribuidos, y con demasiada frecuencia. 

Lo que peor llevo de estas batallas políticas que nos vemos obligados a soportar todos los días, sobre todo viendo los debates en nuestros parlamentos nacionales, regionales y locales, es que se pretenda asociar a un grupo determinado, términos genéricos como progresismo, justicia, bienestar, etc., dando a entender que los que no pertenecen a su club, secta o partido, no son progresistas ni buscan el entendimiento ni el bienestar de los ciudadanos, vamos, que son gilipollas, cuando de lo que se trata es de reconocer que de todos los árboles caen hojas, tarde o temprano, y que por muy seguidor o fanático que seas de un señor, dios, profeta, religión o ideología, tendrás que reconocer que en nombre de todos y todas ellas se hicieron grandes obras pero también grandes salvajadas. 

Dirigir un país, se debiera parecer a la conducción de un automóvil, sobre todo en conducción deportiva, donde vas continuamente corrigiendo el volante de izquierda a derecha, tratando de encontrar el equilibrio entre todas las fuerzas, con la humildad de reconocer que ninguna de ellas es perfecta, pero que todas pueden participar en el proyecto de encontrar el mejor camino para llegar a la meta.

Mientras tanto, nos encontramos con una Navidad un tanto triste que, atendiendo a las víctimas, tendríamos que remontarnos a la del año 1936, con la diferencia de que, en aquella guerra, las víctimas eran jóvenes en su gran mayoría, mientras que ahora, en esta guerra silenciosa del coronavirus, los mayores parece ser que estamos en la primera línea del frente.

De todas formas, a pesar de las obligadas ausencias, a pesar de la falta de los besos y abrazos que tanto prodigábamos en estas fechas, a pesar de la tristeza: Feliz Navidad.

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