Opinión

Ucronía

Me entra un poco la depre al pensar que podría haber sido muy probable que me hubiera ausentado definitivamente de este mundo sin haber conocido el significado de esta palabra: Ucronía, si no fuera porque se la escuché al profesor Tamames en su discurso de la recientemente celebrada moción de cesura en nuestro Congreso.

Me consuelo con aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos”, pensando en que eso le habrá pasado también a mucha gente que tampoco la conocían, pero, pensándolo bien, tampoco veo que sea muy importante su conocimiento, porque según leo en el diccionario de la RAE, ucronía es la reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos, es decir, contar la historia tergiversando los hechos, según convenga mejor para unos intereses determinados.

Quiere esto decir que lo que no sabíamos es que esta forma de contar las cosas se llamaba de una una forma tan rara: ucronía, porque esto es lo que nos encontramos todos los días en los telediarios, en las ruedas de prensa o en los discursos políticos; contándonos las historias de una manera que no tienen nada que ver con la realidad de los hechos acontecidos, pero que los necesitan cambiar para que no se note la chapuza o el desaguisado de turno.

Por ejemplo: para decir que hemos cesado a la directora de la Guardia Civil porque directa o indirectamente, a través de su familia, se dedicaba a hacer negocios con dinero público, contamos que es la mejor directora (claro, creo que es la única directora) de la historia.

Pagar un millón al contado por un piso en el paseo marítimo de Málaga, únicamente lo puede hacer una persona que normalmente llamamos rico o rica. El diccionario de la RAE nos dice que rico es una persona adinerada, hacendada, acaudalada, opulenta, etc. Ya sabemos que esto de la riqueza tiene muchos inconvenientes, aunque más tiene la pobreza, pero en un régimen de economía de libre mercado admitimos que se puede ganar dinero, incluso mucho dinero, por medio de distintas actividades legales, incluida la lotería. Todos conocemos a gente rica, incluso riquiña, no pasa nada, pero lo que no hemos digerido todavía es que se pueda hacer uno rico o rica, tan ricamente, valga la redundancia, detrayendo dinero público, es decir, de la misma caja de la que cobran los parados y los menesterosos. Eso todavía no lo entendemos del todo pero, para mucha gente, sobre todo para los que pueden nombrar estos cargos públicos, como los de la cesada directora de la Guardia Civil, parece que lo de hacerse rico de esta manera ya lo consideran como algo normal, porque lo del marido de esta señora ya se sabía desde hace años. Pero ahora ya no tienen que disimularlo, como en los viejos tiempos, escapando con una maleta llena de pasta para abrirse una cuenta en Suiza o en Miami; no, no, ahora ya no hace falta, ya podemos comprar tranquilamente y al contado un piso de un millón en el paseo marítimo de Málaga, como el de mi amigo Kapi, que es rico y riquiño desde hace tiempo.

Yo creo que ya no le llama la atención, ni siquiera a la Delegación de Hacienda de Málaga, el que se pueda comprar al contado un piso de este importe; están más preocupados en controlar al de Mercadona, Zara o la ferretería de la esquina, estos sí que son sospechosos.

Como quiera que estamos en una época de confusión, en la que ya no sabemos ni cuando el sí es sí y el no es no, o cuando, como la paloma del Alberti-Serrat, que va al norte pensando que iba al sur, tendremos que ponernos a legislar rápidamente para aclarar las formas legales de hacerse rico o rica.

Si yo fuera rico…

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