Opinión

Zona volcánica

Cuándo veo las incandescentes imagines del volcán de la isla de La Palma, aumenta mi escepticismo sobre la capacidad que tenemos los humanos de poder intervenir en el cambio climático, tarea a la que están destinadas muchas personas y mucho dinero, sobre todo desde la cumbre para el clima, celebrada en Paría en el año 2015, convencidos de que el día en que no tengamos coches ni aviones contaminantes en nuestros cielos, carreteras y ciudades, se habrán terminado todos nuestros problemas climáticos.

Las principales conclusiones a que han llegado los participantes de esa cumbre, han consistido en destinar muchos miles de millones al problema, como si de nuevos ricos se tratara, dando por hecho que con dinero se arregla todo, pero, por desgracia, no es así.

Estaremos de acuerdo en que la contaminación, sea del tipo que sea, es mala, de esto no creo que tengamos negacionistas, aunque solo sea por higiene, pero de ahí a pensar que los desastres que estamos padeciendo, cada vez con más frecuencia y con más intensidad, con inundaciones, incendios, terremotos y demás catástrofes por todo el mundo, son consecuencia de la contaminación que generamos los humanos, hay un abismo, por la sencilla razón de que habitamos un planeta en el que los cambios climáticos han estado siempre presentes y han sido mucho más dramáticos y violentos, sin que le pudiéramos culpar a la contaminación producida por los humanos porque, sencillamente, no habitaban todavía el planeta.

Es decir, ante estas catástrofes naturales, poco podemos hacer, cómo en este caso de la isla de La Palma, podemos prevenir, y no ha sido poco, ya que tal vez haya evitado que hubiera víctimas en sus casas al haberlas desalojado, pero por desgracia, poco más podemos hacer que no sea esperar, esperar y seguir esperando, hasta que el volcán deje de contaminar, que por cierto, menuda multa le tendríamos que imponer por las miles de toneladas de gases contaminantes que nos está vomitando cada día sin un triste filtro ni catalizador.

Yo supongo que fenómenos cómo estos, que siempre han sido muy frecuentes en la historia y la prehistoria de la humanidad, son los que han inspirado a los primeros pobladores a inventarse las religiones para, ante la impotencia de poder intervenir en los acontecimientos y mientras contemplaban las dantescas imagines de la lava corriendo por la ladera, poder ponerse a rezar a sus dioses/ dios.

Pero tenemos una inclinación, sobre todo los líderes, a pensar que podemos enfrentarnos a estos fenómenos naturales, con disposiciones, órdenes y decretos, cómo en el caso del coronavirus, confinándonos, más bien encarcelándonos, drásticamente por decreto, mientras con el paso del tiempo se ha comprobado que el virus se ha comportado de una forma muy parecida, incluso mejor, en países de nuestro entorno, como Alemania, Suecia, Austria o Suiza, que nunca tuvieron a sus ciudadanos confinados. Es de decir, el virus ha ido a su bola, al estilo de una tormenta, y unas veces ha sido más virulento en unos sitios que en otros, así de simple, al margen de lo que hacían las autoridades, que unas supieron actuar con más respeto a sus ciudadanos y otras con menos, quizás ninguno. Las estadísticas están ahí.

En resumen, en primer lugar, humildad, no digo que no podamos hacer cosas; la investigación, las vacunas, mascarillas, limpieza, distancias, cuidados, etc, todo puede ayudar a mejorar las cosas, de acuerdo, pero no pensemos que está en nuestras manos la solución, la naturaleza marcará siempre los tiempos, en todo momento.

Pero sí podemos hacer cosas, claro que podemos, cantidad, por ejemplo, enviar portaaviones o grandes barcos a limpiar los mares de esas islas de plásticos que vergonzosamente flotan en nuestros océanos, o en su día; algo muy simple y muy sencillo; haber puesto un letrero en el sur de la isla de La Palma que pusiera: Atención: Zona Volcánica (Teneguía, San Juan, Cumbre Vieja, etc, son volcanes cercanos y relativamente recientes) para que la admiráramos, respetáramos y no construyéramos casas en ella.

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