Opinión

HUNGRÍA, TENTADA POR EL AUTORITARISMO

En opinión de Victor Hugo, escritor de referencia y humanista francés (1802-1885), famoso autor de la obra maestra 'Los Miserables' y acendrado demócrata, la libertad de prensa y el sufragio universal son los pilares en que ha de asentarse toda democracia. Su tocayo, el actual primer ministro húngaro, Víktor Orban, no debe ser de la misma opinión. En efecto, según informan las agencias de noticias internacionales, Orban, del partido derechista Fidesz (Unión Cívica Húngara), implantó la censura de prensa por ley el primero de enero de este año 2011 y ello sucede en un país que está en el epicentro geográfico de la Unión Europea y que juró el Santa Gadea democrático en la ampliación de 2004 acatando sus normas.


Lo malo es que Hungría, la tierra de los Magiares, pequeño país de 93.000 kilómetros cuadrados y 10 millones de habitantes, de pasado prestigioso, otrora rico bajo el Imperio Austro Húngaro, ha tomado justo también el 1 de enero, por primera vez, el relevo de la presidencia semestral europea, coincidencia por la que resulta todavía más chocante esa vuelta atrás en las libertades. Ahora bien, fuera de la Unión,'point de salut', no hay salvación, es difícil sobrevivir y Orban tuvo que moderar sus intenciones y, tras las críticas de Alemania y Francia, anunció que corregiría su polémica ley de prensa en caso de que Bruselas lo exigiera. ¡Vaya comienzo de la primera presidencia de Hungría en Bruselas!


Las intenciones e ideología del Gobierno húngaro actual han quedado claras. Víctor Orban quiere tener las manos libres sin las críticas de la prensa. Si tal sucede, este retroceso democrático mermaría la credibilidad de Hungría y empañaría la de los Veintisiete. El nuevo primer ministro húngaro quiso poner a Europa ante un hecho consumado puesto que había creado un organismo censor de nombre inequívoco: la Autoridad Nacional sobre los Medios y las Comunicaciones, que se disponía a poner punto en boca a televisiones, radios, periódicos e Internet en aras de no sé qué patrones de pureza informativa, es decir, sí lo sé: patrones reaccionarios. Tiene esta entidad el poder de imponer multas de más de 700.000 euros a periódicos o portales que difundan información considerada por las autoridades húngaras contrarias a la dignidad humana, concepto vago e impreciso en el que cabe todo, un ominoso cajón de sastre para que el nuevo Gobierno magiar aplique sin cortapisas la censura sin dar cuentas a nadie. La ley obligará además a los periodistas a revelar sus fuentes cuando esté en juego la seguridad nacional según el Gobierno. En mi casa mando yo, parece decir Víktor Orban.


Tanta osadía desafiante se asentaba en un triunfo electoral sin precedentes que logró el partido Fidesz el pasado mes de abril cuando consiguió una mayoría de dos tercios del Parlamento de Budapest, situado por cierto en uno de los edificios monumentales más bellos e imponentes de Europa, a orillas del Danubio, río común a diez países centroeuropeos. Pero la mayoría absoluta no puede permitirlo todo. La Unión Europea debe presionar inteligentemente para conseguir que Hungría no se desvíe y vuelva al redil democrático, condición 'sine qua non' para pertenecer a la comunidad de la Vieja Europa. De la misma manera en que Bruselas ayuda económicamente a Grecia o Irlanda porque podrían contagiar al conjunto y ahondar la crisis económica europea, hay que hacer recapacitar en materia de libertades elementales a Hungría antes de que se convierta en un mal ejemplo.


¿Por qué este viraje hacia la extrema derecha? El anterior Gobierno socialista confesó haber mentido a la sociedad húngara sobre la situación económica y a raíz de esto los socialistas ya no volvieron a levantar cabeza propiciando el triunfo del Fidesz, que ganó contundentemente en las urnas. Esa fue la razón del viraje. Ahora bien, el país magiar no puede dar un bandazo indeseable e innecesario con leyes como la descrita. La Comisión de Bruselas, muy estricta en esta materia de estándares democráticos, había lanzado una amonestación a Budapest previendo lo peor.


Otra cosa es el diferendo económico entre la Unión Europea y Hungría. Las autoridades comunitarias acusan al Gobierno magiar de gravar con nuevos impuestos a las empresas extranjeras residentes en el país. El Parlamento de Budapest aprobó una ley que crea un impuesto excepcional para multinacionales y se da la circunstancia de que todas éstas pertenecen a Alemania, Austria, Francia y Holanda, cuyos gobiernos piden, claro está, que se retire la ley. El pulso no ha hecho más que empezar, sin embargo, en esta ocasión particular es un pulso de intereses económicos y de empresas. Y no de orden moral como el de la libertad de prensa.


Por eso, lo que hay que destacar por encima de todo es el extravío democrático de Hungría, un miembro de la Unión Europea tentado por el autoritarismo. Sería absurdo que encomiáramos las virtudes de Europa como espacio ejemplar de convivencia y libertades y no denunciáramos que en una de sus naciones se promulguen leyes que imponen la mordaza informativa. n

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