Opinión

Kosovo, alumbrado con forceps

Kosovo se ha convertido en una nueva nación europea por obra y gracia de Estados Unidos. Su independencia fue proclamada unilateralmente el 17 de febrero por el Parlamento de la antigua provincia autónoma serbia tras un encendido discurso del primer ministro Hasim Thaçi, hoy demócrata pero en el pasado jefe del Ejército de Liberación de Kosovo, guerrilla levantada en armas contra el ex presidente Slovodan Milosovic en 1998. La mayoría de las naciones de la Unión Europea dieron la bienvenida al nuevo estado, pero otros países, recelosos de los tirones nacionalistas, como Grecia, Eslovaquia, Rumania, Bulgaria, Chipre y España, lo recibieron con reticencia. Por cierto, toda comparación con Euskadi, como quiere el Partido Nacionalista Vasco (PNV) parece extravagante y fuera de lugar. En el enclave, euforia y júbilo de los albanokosovares miedo en la minoría serbia, separadas físicamente ambas comunidades por el puente sobre el río Ibar, fortificado y alambrado, un verdadero recordatorio de la división aún existente.


Sin la decidida intervención del presidente Bush no hubiera habido Kosovo. Se trata de una creación ex novo porque nunca existió como tal nación en la historia europea, EEUU sitúa de este modo en el corazón del Viejo Continente un país incondicional que le debe todo, de 11.000 kilómetros cuadrados y más de dos millones de habitantes, una cuña en territorio de la antigua Yugoslavia; si razonáramos aún en términos Este-Oeste, Norteamérica avanza y Rusia retrocede en el reparto de influencias. En efecto, Rusia, aliada histórica de Serbia, ha tenido que admitir a regañadientes la irrupción en el tablero de ajedrez europeo de este estado independiente en los Balcanes, que provoca más problemas de los que resuelve. Se trata de una buena demostración de la forma artificial en que surgen muchas veces las naciones. ¿Tienen las naciones ombligo?, se preguntaba irónicamente el gran tratadista del nacionalismo, el profesor de Cambridge Ernest Gellner, es decir?, aparecen las naciones de forma natural y espontánea, responden a una necesidad o son una invención de la historia debida a determinados intereses económicos, estratégicos o de poder? Teorías aparte, Serbia queda seriamente desestabilizada por el alumbramiento con fórceps de Kosovo, que se presentó como un hecho consumado. La disputa por este territorio provocó al principio de las guerras yugoslavas (1991-1995) limpieza étnica y miles de muertos, y revolver en sus cenizas siempre resultará peligroso. Sin dar su brazo a torcer, el presidente de Serbia, el europeísta Borís Tadic, consideró nula esta secesión y declaró en Belgrado que no renuncia a la disputada provincia por considerarla cuna espiritual de su nación. El conflicto nacionalista queda así de nuevo claramente planteado, esperemos que no llegue la sangre al río esta vez. La Unión Europea no las tiene todas consigo y se cura en salud: la libertad de Kosovo estará estrechamente vigilada durante dos años por las fuerzas de la Eulex, creadas al efecto.


Veamos como quedan las cosas: pueblan el nuevo estado cerca de dos millones de musulmanes de origen albanés y cien mil ortodoxos de etnia serbia en convivencia tensa y problemática. Pero a Estados Unidos no le importa, quiere plantar sus reales en esta parte del Mediterráneo, empieza por Kosovo, y, dada la relación de fuerzas en la zona, no veo yo quien se lo vaya a impedir.

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