Opinión

Dos males: ébola y corrupción rampante

Entre reiterados casos de corrupción, prevaricación, cohecho o malversación de fondos, es decir, en medio de un clima deletéreo que encoge el ánimo, resalta aún más una excelente noticia: la auxiliar de enfermería del hospital Carlos III de Madrid, Teresa Romero, contagiada por el virus del ébola cuando cuidaba al religioso Manuel García Viejo, superó la infección tras 15 días angustiosos entre la vida y la muerte, narrados por los medios de comunicación con todo detalle.

El equipo médico del citado hospital la trató y la curó con plasma de la religiosa Paciencia Melgar, que había contraído la perniciosa enfermedad en Liberia y la había superado. Ambas quedaron inmunes para el ébola, no hay mal que por bien no venga. Aunque fuera de peligro, Teresa sigue en observación en la planta del hospital dedicada a enfermedades infecciosas, para ser tratada de las secuelas del ébola, entre ellas la tuberculosis.

El ébola es una enfernedad maldita de datos escalofriantes. Contagiada en su origen por monos y murciélagos, trasmitida por los fluidos corporales o por simple contacto, provoca fiebres hemorrágicas, fortísimo dolor de cabeza, vómitos, diarrea, fallo hepático y renal y finalmente la muerte. El virus fue identificado por primera vez en 1976 cerca del río Ébola -de ahí su nombre- en la República Democrática del Congo durante una epidemia de gran mortalidad, dicen las enciclopedias. La última manifestación de esta plaga ha provocado ya 13.000 contagios y 5.000 muertes según la Organización Mundial de la Salud (OMS) aunque últimamente se haya aminorado su expansión. De todas formas, su brote se narra como un cuento de terror de Edgar Allan Poe, el escritor norteamericano que ha quedado como paradigma de los relatos de horror.

Después de la desorientación de los primeros días, la erradicación de la enfermedad fue un éxito del trabajo serio y profesional del hospital madrileño, que consiguió vencer al fatídico virus y, de resultas. cortar la propagación de la peligrosa epidemia, algo que contrastó con la desatinada gestión de la crisis por la ministra de Sanidad, Ana Mato, por lo que tuvo que tomar cartas en el asunto la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría para tratar de enderezar la situación.

Un dato bochornoso: el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, el médico Javier Rodríguez, llegó a acusar a la enferma de haberse contagiado ella misma por torpeza al no saber quitarse el aparatoso traje protector, además de mentir sobre su salud y de ocultar información, algo por lo que se vio obligado más tarde a pedirle perdón públicamente. Un conjunto de despropósitos por los que tendría que haber dimitido.

Felizmente el marido de Teresa, Javier Limón, y diez personas más que habían tenido contacto con ella también quedaron fuera de riesgo tras superar el período de 21 días de cuarentena. Única víctima mortal, el perro del matrimonio, Excálibur, sacrificado por si propagaba el virus. "Es una historia plagada de errores y desaciertos", acusaría después, indignado, en rueda de prensa Limón, quien ya había prometido solemnemente: me dejaré hasta la última gota de mi sangre en defender la honorabilidad de mi mujer. Aconsejado por su abogado, se reserva el derecho a emprender acciones legales contra el consejero y ser indemnizado por la administración.

Sierra Leona, Nigeria y Guinea, contaminadas

El ébola se extendió este verano por Sierra Leona, Nigeria y Guinea, los nativos lo consideran como una enfermedad contagiosa más, que padecen con fatalismo supersticioso. En España, todo el mundo respiró aliviado cuando la auxiliar de enfermería Teresa Romero dio al fin negativo por segunda vez de contagio por el dañino virus y se alejó el peligro. En medio de un noticiario deprimente, al menos una buena nueva.

El resto fueron noticias desoladoras. Se abrió la caja de Pandora de la corrupción generalizada en Madrid y, contrariamente al mito, no se salvó ni la esperanza. Los diccionarios definen la corrupción como el uso del poder para conseguir una ventaja ilegítima.

Procedamos por partes. La primera mala noticia afecta a todos los partidos políticos: PP, PSOE, Izquierda Unida y sindicatos se beneficiaron de las tristemente célebres tarjetas opacas dadas bajo cuerda desde hace años como sobresueldos entre sus miembros y militantes. Tuvieron que devolverlas además de ser expulsados de sus respectivas formaciones cuando se descubrió el pastel. Entre los sinvergüenzas que hicieron uso de ellas, el ex director del Fondo Monetario Internacional (FMI) Rodrigo Rato, ex presidente de Caja Madrid, que tuvo que aportar una fianza de 3 millones de euros,avalada por el Banco Sabadell, y Miguel Blesa, también expresidente de la entidad, que ha visto embargados sus bienes al no poder hacer frente a una sanción mucho más elevada. Dura lex sed lex (Dura ley pero ley).

"Todos a la cárcel"

Segunda mala noticia y no por ello menos importante: corrupción también de los dirigentes y ex dirigentes de la Comunidad de Madrid que gobierna el Partido Popular desde hace años. Tras las revelaciones abrumadoras de la justicia y la prensa, se trató de limpiar los establos de Augías, uno de los 12 trabajos de Hércules de la leyenda, para decirlo con una comparación culta y, debido a su extrema suciedad, aún no se ha acabado, los casos de corrupción están tan enmarañados que tiras de uno y sale otro como las cerezas.

La presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, acaba de salir a la palestra para expresar su "profunda vergüenza" tras conocer que su número dos durante años, Francisco Granados, fue detenido e ingresó en la prisión de Soto del Real (Madrid) acusado de ser la cabeza visible de una trama criminal, llamada Operación Púnica, en la que se detuvo a 35 personas, se imputó a 14, se practicaron 259 registros y hubo que repartir a sus componentes en dos establecimientos penitenciarios de tantos que eran. "Todos a la cárcel", la conocida película coral de Luis García Berlanga, podría servir para glosar el momento actual español. El piélago corrupto atañe a políticos y empresarios en una ramificada red delictiva que ha manejado de forma fraudulenta 250 millones de euros en los últimos dos años, según los periódicos. La atmósfera es delicuescente.

Por todo ello, el presidente Mariano Rajoy, ha acudido al Senado para pedir disculpas en su propio nombre y en el del Partido Popular, por los casos de corrrupción en una iniciativa inédita que denota la gravedad de la excepcional situación por la que atraviesa la política regional y nacional. Midiendo las palabras, que leía para no salirse del guión, dijo entender y compartir la indignación ante los escándalos por parte de unos ciudadanos que han tenido que soportar tantos sacrificios y esfuerzos para superar la crisis. Adelantó que anunciaría medidas anticorrupción esta misma semana en el Congreso de los Diputados. El español medio, que se desayuna cada mañana con un escándalo diferente, no espera otra cosa que la vuelta a la normalidad, lo malo es que ese es un objetivo móvil que se aleja cada vez cuando crees que lo has alcanzado.

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