Opinión

Un mundo igual a sí mismo

Este principio de 2008 nos muestra un mundo igual a sí mismo, bárbaro, despiadado, erizado de peligros. ¿Dónde brota la esperanza?, titulaba yo un artículo de política internacional en los comienzos de mi carrera periodística. Décadas han pasado pero podría repetir ahora el mismo titular, hay conculcación de derechos y desafueros por todas partes en el vasto mundo. La solución parecería fuera de nuestro alcance como un objetivo móvil que avanza a medida que nosotros avanzamos. Sólo se halla salida a tan aciago panorama de injusticias y violencia en la aplicación sistemática y machacona de la democracia y los derechos humanos, erre que erre. Y en la creencia en el progreso, es obvio que la Unión Europea de los Veintisiete es más justa que la dividida por el telón de acero y que el Estado de las Autonomías es democrático y no dictatorial como la España de Franco, causa sin duda de todos nuestros males. No es buenismo, yo creo en el progreso, aunque éste tenga que hacerse a veces a trancas y barrancas.


Aún no se han apagado los ecos de los desmanes en Chad, en Pakistán o en Birmania y ya en los últimos días la actualidad nos ha dado de nuevo repetidos casos de intolerancia, irracionalidad o fanatismo en un mundo convulso. Por ejemplo, África ha estallado en Kenia. Kenia pudo haber sido un caso de aceptación pacífica de unas elecciones democráticas; pero no fue así. Ocurrió que los partidarios del presidente Mwai Kibabi, se negaron abandonar el poder mientras que los de Raila Odinga claman que ha habido fraude en las elecciones presidenciales del pasado 17 de diciembre. Unos y otros pasaron de las urnas a las armas. Primer saldo: una matanza de más de trescientas personas en la capital, Nairobi, y en todo el país, además de un éxodo de cientos de miles de seres humanos cuyas fotos, que pueblan los medios de comunicación, encogen el alma. De ahora en adelante, hay una guerra más en la sala de estar de los hogares de Occidente, nos acostumbraremos a ella, está lejos, en el fondo del África colonizada por los ingleses.


El mundo igual a sí mismo, África, igual a sí misma... Y Francia, la dulce y tantas veces frívola Francia, también. Igual a sí misma, podríamos decir para contrarrestar tanta desgracia. Francia se mece en un romance de amor: el de su presidente, Nicolas Sarkozy, quien, divorciado de su corto matrimonio con Cecilia, se enamoró perdidamente y se va a casar con su muy reciente amante, la bella modelo y cantante Carla Bruni, una Casanova con faldas. Vogue, Paris-Match, ¡Hola! y las revistas del corazón han desplazado de la actualidad europea a los semanarios políticos y no dan abasto para cubrir el gran acontecimiento lleno de glamour y de charme inserto en la frenética agenda de súper Sarkozy como una estampita en el calendario. L’amour, l’amour...

Te puede interesar