Opinión

Obama y Castro rehacen el mundo

Preámbulo: el jueves 5 de diciembre de 2013, en los funerales de Nelson Mandela en Johannesburgo (República Sudafricana), se produjo algo inesperado: Barack Obama subió de improviso varios peldaños del estrado y fue a estrechar la mano a un Raúl Castro visiblemente sorprendido por el gesto, según las imágenes que todo mundo pudo ver por televisión. Fue un signo precursor de lo que iba a suceder en diciembre de 2014 con los mismos protagonistas: la insólita reconciliación entre dos ideologías opuestas, la liberal y la comunista, un acontecimiento singular donde los haya. Ahora, a comienzos del 2015, ya es cosa hecha: el mundo ya no está dividido en dos bloques antagónicos, ha sido superada la guerra fría. Y esto sucedió por obra y gracia de Barack Obama y Raúl Castro actuando de consuno. 

Ambos se convirtieron en aliados objetivos, los dos líderes se volvieron de pronto razonables cansados de largas décadas de enfrentamiento estéril este-oeste a cara de perro, tras muchos momentos dramáticos de gran tensión como el fiasco de la invasión en la Bahía de los Cochinos en abril de 1961 por parte de exiliados cubanos, la crisis de los misiles nucleares rusos instalados en la isla apuntando a EEUU en octubre de 1962 - que estuvieron a punto de desencadenar una conflagración mundial-, así como continuos intentos de aislamiento y ostracismo por parte de Norteamérica respecto a la Perla del Caribe que no dieron más resultado que un embargo comercial que golpeó duramente a la sufrida población cubana, sometida a escasez y estrecheces durante años, y no a sus dirigentes. En el momento actual, Obama y Castro recomponen sus relaciones bilaterales. Próximo episodio que confirma el profundo cambio: el 21 y el 22 de enero comienzan en La Habana las conversaciones para restablecer los vínculos rotos en el lejano 1950, un verdadero hito anunciado por el Departamento de Estado de los EEUU. 



UN PROCESO AUDAZ DE NORMALIZACIÓN 

Digámoslo con el énfasis requerido: el deshielo entre Norteamérica y Cuba tras medio siglo de hostilidad constituyó un giro radical en los anales de la historia de América. Lo reconoció lúcidamente el presidente Barack Obama en una declaración solemne en diciembre pasado cuando confesó: "A fin de cuentas, estos 50 años han demostrado que el aislamiento no ha funcionado. Ha llegado la hora de un nuevo enfoque”. Obama pasará a la historia entre otras cosas por haber encontrado una salida al viejo diferendo heredado de la guerra fría que parecía insoluble y aparte haberlo hecho con un Congreso y un Senado de mayoría republicana, es decir, en política interior, casi más difícil que la cuadratura del círculo. Además todo se realizó sin renunciar cada parte a sus principios: Castro no tuvo que ceder ni un ápice en sus ideas ni Obama tampoco. Es más, a este último el nuevo estado de cosas le sirve para mejorar sus relaciones con el resto de América Latina. 

Tras un año de negociaciones discretas, el primer paso fue un canje simbólico, dos presos estadounidenses en Cuba por tres cubanos en Norteamérica, después los Castro irían liberando progresivamente más hasta completar los 43 totales. Todo partió de la decisión de Obama de marcar con una piedra blanca los dos últimos años de su doble mandato, comúnmente llamados "del pato cojo" por ser poco operativos pero que él convirtió en los más fructíferos desde que llegó a la presidencia en 2009, como si no tuviera tiempo que perder, con decisiones importantes a favor de la inmigración, del cambio climático y de la normalización con Cuba que hacen rechinar los dientes a los republicanos. 



EL SECRETO MEJOR GUARDADO

Resalta la discreción con la que se llevó todo a cabo. No fue muy difícil para los octogenarios hermanos Castro, adictos a la censura, que solo consienten un periódico en la isla, "Granma", de cuatro hojas, ni para el papa Francisco, circunspecto por obligaciones de su alta función, quizá más para la prensa canadiense y norteamericana, "The New York Times" y "The Washington Post" incluidos, cuya razón de ser es informar. Pero el hecho es que el acercamiento entre el Goliat norteamericano, de 9,3 millones de habitantes, y más de 316 millones de habitantes y el David cubano, de 12 millones y 110.860 kilómetros cuadrados, fue el secreto mejor guardado. 

Este cambio no solo influirá de forma determinante en las relaciones bilaterales, como es obvio, sino en las de toda América con Cuba, trabadas durante años por la sanciones diplomáticas y el prolongadísimo embargo cubano de más de medio siglo, como se demostrará en la próxima reunión en abril de la Cumbre de las Américas en Panamá, a la que asistirán Raúl Castro y Barack Obama.

En 2015 empieza una nueva era con esta jugada maestra a dos bandas. Obama se dispone a establecer una embajada en La Habana. El audaz proceso de normalización quedaría sellado con una visita oficial a Cuba... Sería absurdo pensar que la partida está ganada cuando tiene en contra el Congreso de los Estados Unidos, falta mucho por resolver empezando por la derogación de la ley Helms-Burton, que preconiza que toda compañía que trate con Cuba será sometida represalias. La guerra contra Obama y Castro será larga, no ha hecho más que empezar.

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