Opinión

PUERTAS AFUERA. El cuento de nunca acabar

Si lo miramos con optimismo, al ’cuento de nunca acabar’ por excelencia parece vislumbrársele un final. En efecto, en Oriente Medio árabes e israelíes han hecho la promesa solemne de negociar sin interrupción de aquí a finales del año próximo hasta lograr la creación de un estado palestino que cohabite con el actual estado judío. Una utopía alcanzable en la que están de acuerdo el presidente palestino, Mamud Abbas, y el primer ministro israelí, Ehud Olmert, así como su mentor, George W. Bush. Tal es la buena nueva anunciada por este último en la Academia Naval de Annápolis (Maryland, EE.UU.) el 28 de noviembre último a todas las fuerzas involucradas en el conflicto de los conflictos, considerado hasta ahora como inextricable, irresoluble. Siria, Arabia Saudí y otros doce estados árabes, presentes en la crucial cita, sirven de aval de esta solución. Sólo está en contra el poderoso Irán, a punto de conver tirse en una potencia nuclear, y la organización islamista radical Hamas, cuyo terrorismo ’de cuanto peor, mejor’, puede echar todo a perder.


No hay que engañarse, la tarea será ardua pero esta vez brilla al fin una chispa de esperanza. Queda un año y dos meses de difíciles transacciones, hay mucho sobre lo que ponerse de acuerdo: las fronteras del nuevo estado, el estatuto de Jerusalén, el caso de los refugiados, la seguridad de Israel, temas litigiosos que de no resolverse pueden desbaratar en cualquier momento lo trabajosamente acordado... Únicamente la autoridad y diplomacia de EE.UU. sería capaz de salvar todos estos obstáculos en principio insalvables, de su determinación depende una vez más la paz.


El presidente más inepto que se recuerda, George W. Bush, pasaría paradójicamente a la historia como el mandatario norteamericano que, después del fiasco sangriento de la invasión de Iraq y de fra casos y torpezas varias, permitió que árabes e israelíes, enconadamente enfrentados desde la creación del Estado de Israel en 1948 y tras una ingente pira funeraria de muertes en ambos bandos, alcanzaran un pacto de no agresión, desenmarañando el peor de los nudos gordianos de la edad contemporánea. El mundo será mejor si logra superar este pleito ancestral cuyo epicentro o aleph -punto por el que pasan alegóricamente según el esoterismo todos los puntos del Universo- es curiosamente Jerusalén, que debería ser tres veces santa por judía, musulmana y cristiana, las tres religiones monoteístas. Cunde el escepticismo acerca de este nuevo intento de apaciguamiento cuyas expectativas no entusiasman a los observadores. Para detener la masacre, sólo queda confiar en que la cordura se imponga, lo que por las fechas en que nos encontramos hoy en día podría parecer, si no el ’cuento de nunca acabar’, sí un cuento de Navidad.

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