Opinión

Putin y Medvedev en una Rusia rica

El jurista Dimitri Medvédev, de 42 años, acaba de ser refrendado en las urnas de forma aplastante como jefe de Estado de Rusia. Es el más joven de todos los presidentes rusos que en el mundo han sido. Tras ocho años de gobierno, Vladimir Putin entrega así el bastón de mando a quien ya había designado como delfín. Todo sucede tal como Putin lo planeó. En el fondo fue una transmisión de poderes sin sorpresa, le entregó los trastos a su sucesor in pectore, un profesor de derecho que ya era vicepresidente de Rusia y mostraba visos de liberal y de conciliador con Occidente entre los dirigentes autoritarios del Kremlin.


En realidad poco va a cambiar en el timón del gigante euroasiático. Putin, de 55 años, seguirá en el cuadro de mandos cuando sea nombrado primer ministro por el flamante presidente Medvedev según un guión previsto de antemano. Medvedev y Putin se reparten los puestos dirigentes, presidencia y jefatura del Gobierno, los comicios rusos desembocaron en un diunvirato sui generis, el inmenso país será dirigido por un tándem. Los otros aspirantes a la presidencia de la Federación Rusa no consiguieron hacerse en estos comicios un lugar al sol, el comunista Guennadi Ziuganov obtuvo el mejor puesto entre los derrotados pero sólo rozó el 18% de los sufragios emitidos frente al 70% del ganador. Continuidad, pues, al frente de todas las Rusias, un vasto territorio de millones de kilómetros cuadrados y once husos horarios desde Kaliningrado a Vladivostok, en donde fueron llamados a las urnas 109 millones de habitantes. Todo adquiere allí grandes proporciones.


Como EE.UU., China, India o la Unión Europea, Rusia aspira a consolidar su papel de actor principal en el mundo, sobre todo ahora que está instalada en la senda de la prosperidad. En efecto, los rusos disponen de una hucha que ascienen día a la sobresaliente suma de 150 mil millones de dólares debido a su riqueza petrolera y gasística, riqueza que empieza a redundar a favor de las clases medias. La popularidad de Putin se mantiene altísima por ello. Tenemos que hacernos a la idea de una Rusia acomodada, no había costumbre. Ahora bien, hay que separar el grano de la paja en la herencia de Putin: tres males la hipotecan: de menor a mayor, una inflación del 12%, una abultada deuda de empresas y bancos y la corrupción, que amenaza con anegarlo todo según las crónicas; tres males que pueden dar al traste con la naciente recuperación rusa. Y para echar agua en el vino de la victoria de Dimitri Medvedev sólo hay que recordar los peros de los observadores internacionales independientes que han declarado que las recientes elecciones en Rusia no fueron libres ni justas ni reflejan la voluntad popular, la democracia es un largo camino de perfección. En el último Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), al que fue invitado, el recién elegido presidente de Rusia declaró sin rodeos que si un estado no es democrático ni trasparente no puede convertirse en próspero. Ahora tiene la oportunidad de probar su afirmación.

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