Desde hace años los contratos de seguros de hogar, vida o automóvil, abandonaron la letra pequeña que los hacía ilegibles para quienes los firmaban. Esto no quiere decir que no siga existiendo la letra pequeña: han aumentado el tipo de letra pero las condiciones siguen siendo igual de desfavorables para quien lo contrata, que se lleva una sorpresa y acaba mosqueado porque cuando va a hacer uso de la póliza resulta que no cumple las condiciones que dan derecho a reparación o a indemnización, por cuestiones que parecían obvias pero que están sujetas a montones de requisitos. La letra pequeña sigue estando presente en otros ámbitos. La Audiencia de Castellón ha desestimado las pretensiones de un banco de cobrar unos intereses de demora a un cliente y ha anulado esa cláusula porque para leerla no “no basta con el uso de gafas, sino que precisa una lupa”. Aunque la cuestión no es de tamaños sino de conceptos.
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