Al conductor temerario que grabó como conducía su coche desde el asiento del copiloto habría que concederle dos medallas en los juegos olímpicos de la estulticia, una por tonto y otra por si la pierde.
Que se haya entregado voluntariamente en comisaría después de cometer su tropelía tiene poco mérito porque ya había sido identificado y no quita ni un ápice de responsabilidad por su imprudencia. Luego pensar en que su delito iba a quedar impune tras haber subido el video a Youtube es también para colgarse del cuello una presea. El asunto está ya judicializado y el joven en libertad, pero se requiere que la justicia actúe con rapidez para que cuanto antes solo pueda conducir en los videojuegos.