Resulta casi imposible conocer el número de prendas textiles que se producen en los talleres de los países subdesarrollados para las grandes marcas de ropa, y aunque sus informes de responsabilidad social corporativa pretenden hacer creer que ni los fabrican niños ni explotan a sus trabajadores la realidad parece ser otra. Dos etiquetas escritas a mano que denuncian las pésimas condiciones de trabajo en que han sido elaboradas se han encontrado en un vestido y una camiseta comercializados por Primark. Quienes las han escrito son como náufragos en el proceloso mar de las maquilas sin derechos que han lanzado al mar su mensaje de socorro en una botella. Esta vez ha llegado a buen puerto.
