Opinión

Preguntas

En ocasiones los políticos se comportan como los asistentes a los programas de chismorreo donde se airean sus vergüenzas, y se levantan de las entrevistas airados e indignados cuando no les gustan las preguntas que les formulan. La última ha sido Esperanza Aguirre que se ha ido de un programa de Telemadrid, la televisión autonómica que ella controló con puño de hierro durante años y que ahora dice que va contra el PP, sin que hayan cambiado sus directores. Hace unos días la ministra portavoz, Isabel Celaá, se quejaba de las “preguntas condenatorias” que le realizaban algunos medios “muy exquisitos”. En uno y otro caso el problema es el mismo, que los políticos no acaban de comprender que en su sueldo va responder preguntas pertinentes e impertinentes y pueden hacerlo con más o menos solvencia y, si son expertos, dar largas cambiadas. Lo de Esperanza Aguirre, retirada de la política pero que ha vuelto como Aznar, es un claro ejemplo del sentido patrimonial de los medios de comunicación públicos y que se llevan el balón si les toca jugar de porteros. En este caso se han metido un gol en propia puerta.

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