Opinión

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Aún hay tiempo para prepararse y que no vuelva a ocurrir lo mismo que en la cena de Nochebuena, ahora en otro escenario y probablemente con otros comensales, parientes o amigos. Los psicólogos meten horas extras estos días para aconsejar sobre lo que no hay que hacer para que las cenas y comidas familiares de las 'entrañables' fiestas acaben convertidas en un campo de batalla. Lo normal sería mantener la misma actitud que nos caracterice siempre que sea positiva y optimista frente a la agresiones del cuñadismo, hermanismo o cualquier ismo pegado a una relación de parentesco. Quien haya sobrevivido sin rasguños a la primera parte de las fiestas navideñas ya sabe que lo que ha puesto de su parte ha tenido recompensa. Por si no ha sido así el consejo de los psicólogos es que hay que ser amable y no comportarse como un tertuliano (aquí cada cuál ya sabe el nombre que tiene que poner), ser respetuoso, no tratar de convencer al interlocutor, ser claro y conciso cuando se expone una opinión para no aburrir a la concurrencia, no cotillear y dejar pasar los asuntos conflictivos de los que se sabe que van a crear problemas. Sobre todo porque al día siguiente los cuñados y hermanos seguirán ahí cuando despertemos.
 

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