Opinión

Rubio

Los niños que ahora peinan canas pasaron muchos veranos de su infancia garabateando símbolos entre dos renglones en uno de los ejercicios más fabulosos de su desarrollo, aprender a escribir y a leer. Los cuadernos Rubio venían a completar la enseñanza del colegio y con la letra redondilla o cursiva se ayudaba a mejorar la caligrafía. Andando el tiempo muchos de esos jóvenes dejaron de practicar la escritura a mano y la cambiaron por el teclado con lo que su letra ha empeorado por falta de uso. Menos mal que, como afirma el catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, Ignacio Morgado, “El hábito de escribir, que se adquiere de niños, nunca se pierde”. Es como montar en bicicleta. Ahora bien, la consecuencia es que, sin practicar la escritura, los profesores se enfrentan a exámenes que son ilegibles porque la letra es ininteligible. Como saben los grafólogos, la letra es personal e intransferible y dice más cosas de nosotros que las que a veces quisiéramos mostrar.

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