Opinión

Sonría, por favor

Resulta muy difícil ver a la primera dama estadounidense, Melania Trump, sonreír, y mucho más tener un gesto de complicidad con su esposo, el todopoderoso presidente de los Estados Unido. Trump es una esfinge. Apenas existen testimonios gráficos en los que esboce una sonrisa, menos frecuentes que los gestos de desaire dedicados a su marido. Ni tan siquiera cede cuando Donald se lo pide amablemente para componer una estampa de matrimonio feliz, como ocurrió el pasado martes, ante una estatua de Juan Pablo II. Melania se esforzó y esbozó una especie de mueca. En las casas de apuestas londinenses, a buen seguro, se doblarían los envites a favor de que en algún momento se romperá el enlace. Cierto que la situación estadounidense no está para muchas algarabías de la primera familia del país, con una masa de fallecidos por coronavirus y con las calles de muchas ciudades incendiadas por la muerte de George Floyd bajo la rodilla de un policía supremacista blanco. 

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