Opinión

La huella de Valeriano Martínez

El rol de servidor público queda definido a través de figuras de la altura de Valeriano Martínez (1961-2021). Su huella se mide, como la de los mejores, al perderlo. Y por eso su repentina marcha ha traído esta conmoción, retratada al día siguiente de su fallecimiento en el conmovedor minuto de silencio en San Caetano o el pasado lunes en el funeral en la Catedral de Santiago. Pocas veces se recuerda tal unanimidad a la hora de narrar una vida: la suya se resume tanto en sus 36 años de trabajo en la Administración como en el pétreo consenso de compañeros de la Xunta, facultad u oposición para definirlo como un hombre entregado a Galicia a través de esa sobria eficacia que guardaba la retranca mostrada en cada intervención parlamentaria.

Su doble sello de brillante discreción y humor socarrón le acompañó siempre, desde los tiempos de la Universidade Laboral de Ourense a la que llegó de adolescente. Licenciado en Económicas por la USC, con 24 años aprobó a la primera la oposición de funcionario del Cuerpo Superior de Hacienda y a partir de ahí ayudó en primera persona a la construcción del autogobierno gallego como director xeral de Recursos Humanos del Sergas, director xeral de Transportes o auditor del Consello de Contas. Alberto Núñez Feijóo, de esa misma promoción opositora del 1985 y con el que había coincidido en varios departamentos, lo destacó tras la victoria del PP en 2009 en la Secretaría Xeral de Presidencia. Posiblemente nadie conocía mejor que él cada recodo de la Administración gallega y por eso Valeriano acabó coronando en 2015 su carrera como conselleiro de Economía e Facenda: supo apuntalar la recuperación mientras pagaba las 90.000 nóminas del órgano autonómico, cumplía con los proveedores y cuadraba las cuentas con un ojo puesto en el déficit público y otro en los déficits que iba sumando el Gobierno central con Galicia respecto a la financiación autonómica o el IVA impagado.

De familia humilde, la biografía del cancerbero de las cuentas de la Xunta reivindica el valor del esfuerzo y la educación pero él, orgulloso de sus orígenes y de sus raíces de Aldán -ampliadas después al Bueu de su mujer- siempre quiso estar en un segundo plano, mirando al horizonte y alejado de polémicas estériles o batallas partidistas. Familiar y austero, con gustos sencillos como conversar con sus amigos, el Celta o trabajar la madera, los que mejor lo conocieron destacan su extraordinaria capacidad de trabajo, compromiso y lealtad. Ese fue el motor vital de cada uno de los días de un hombre honesto, “bo e xeneroso”, como le recordó Núñez Feijóo al despedir a uno de sus grandes bastiones.

Su sustitución será imposible para los suyos y muy difícil para Galicia: como consuelo queda su imborrable recuerdo y la tranquilidad de ver cómo la gestión de un área tan sensible queda en Miguel Corgos, director xeral de Orzamentos desde 2009 y su mano derecha durante los últimos seis años. Ojalá el nuevo responsable de Facenda logre seguir la trayectoria de su antecesor y ojalá el recuerdo de Valeriano Martínez haga escuela en nuestra vida pública. Sería una grandísima noticia para Galicia.

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