Opinión

El botellón, una actividad de alto riesgo

Cuando nos encontramos con menores de edad consumiendo alcohol en la calle, practicando la actividad denominada botellón no estamos ante cualquier comportamiento, por muy normalizado que se pretenda ver. Esta actividad insana tiene efectos secundarios desde el primer momento que los menores empiezan a beber. En APES conocemos los informes y estudios de distintas organizaciones y organismos donde se reflejan los daños que ocasiona el consumo de esta sustancia en los niños y niñas, también que la edad de inicio se sitúa en los 13 años y que es la puerta de entrada al consumo de otras sustancias.

Estamos ante un problema de salud pública, que genera otras complicaciones de tipo patológico y psicológico que requerirán tratamiento y en el peor de los casos, ya no habrá opción a tratarlas. 

Pero el problema aún es mayor, porque hablamos de conductas consideradas como desviadas y que pueden desembocar en otras como el vandalismo, la violencia y las relaciones sexuales de riesgo. 

El control que la familia debe ejercer sobre estos menores queda en entredicho. Refiriéndonos, no al control coercitivo, si no al control natural de la familia, el importante papel de protección que tienen madres y padres para guiar a sus hijos e hijas en la difícil toma de decisiones a las que a veces se ven abocados sin tener un referente en el que fijarse. 

El problema del botellón está presente de forma alarmante en ciudades y pueblos y socialmente sólo se resalta el incivismo al dejar los parques y las zonas de consumo sucias; los ruidos ocasionados al vecindario al que le toca sufrirlo, para lo que entonces se buscan nuevas ubicaciones donde molesten menos; pero sólo se analiza el riesgo para la salud cuando se conoce algún caso con resultado de muerte, porque el impacto duele; pero pasará pronto y se volverá a dejar de hablar del botellón.

En APES atendemos a personas que han cometido delitos y casi el 80% de estas personas sufren problemas de adicciones, siendo el alcohol la que más difícil resulta de asumir. Cuando analizamos con nuestros beneficiarios sus comportamientos precursores, el consumo de alcohol aparece de forma reiterada a edades tempranas y siempre como inicio del consumo de otras sustancias.

¿Significa esto que toda persona que consume alcohol desde pequeña va a acabar delinquiendo? No, porque solo estamos ante uno de los posibles factores desencadenantes. Como tampoco significa que todos los niños y niñas que beben alcohol los fines de semana van a ser alcohólicos en el futuro, pero tienen muchas más posibilidades que una persona que se dedica a practicar deporte.

Nuestra asociación está concienciada con la prevención, porque es la base de ese control social necesario para que los menores crezcan alineados con unos valores sociales, comprometidos con su entorno y protegidos por su familia, que no sobreprotegidos. Eso es prevención. Despertar su curiosidad e incluirlos en la sociedad como parte activa y responsable. Esto no es una utopía, ya lo estamos haciendo en nuestra ciudad, en colegios que tienen interés por ser ese espacio al que nos referimos; ahora nos falta llegar a las familias para concienciarlas de la importancia que tiene hablar con los hijos, pero sobre todo, lo importante que es escucharlos y conocerlos.

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